La manzana de Errezil se quedó en el Ovni
Intrahistoria y experiencias en un campo perturbador y faraónico como el del Zenit de San Petersburgo
No fue una experiencia más. La ciudad, su historia, su gente, el rival y un ultramoderno estadio con forma de nave especial la hicieron única, especial, aunque el resultado la manchara de decepción.
Lo primero que perturba del Zenit Arena (o Krestovsky) es lo difícil que es acceder al entrar y quitárselo de vista al marcharse. Es una odisea salir de una ciudad como San Petersburgo, que vive en un colapso perpetuo. Y cuando uno comienza a atisbar esa mole, cuya forma y recubrimiento le hacen parecer un ovni, se visualiza a sí mismo colocando el ordenador y probando la transmisión. Pero quedaba mucha mili para eso.
Mientras el Golfo de Finlandia se devoraba el tibio sol que había templado el día en San Petersburgo, el chófer del minibús que transportaba a la prensa, un crack callejeando para evitar los mayores atascos, paró delante del primer cordón de seguridad. Dimitri, el traductor al que también le gustaba que le llamaran Dima como a Khokhlov, tradujo la orden del policía, que infundía respeto. Había que desalojar para que entrara una joven militar vestida de camuflaje para que su perro rastreador de explosivos hiciera su trabajo. Primera barrera pasada.
La segunda fue más severa. En Rusia las medidas de seguridad contra atentados son extremas y todos son (somos) sospechosos. Antes de entrar al recinto del campo, cada informador hubo de pasar por el arco de seguridad, igual que sus pertenencias, antes de ser sometido a un exhaustivo cacheo por rudos ‘stewarts’ con cara de estreñidos. Sólo fue confiscada una cosa tras el riguroso estudio de equipos y cuerpos: la manzana del colega de ETB Joseba Urkiola. Esa arma de destrucción masiva.
Aficionados sin comida
Se la habían traído de Errezil y prometía ser sabrosa. Se quedó sobre la cinta, esperando ser pasto de la papelera o de la mandíbula, con implantes de oro en muchos casos, de un agente ruso. A los seguidores también les requisaron toda su comida y bebida en la entrada. Acabaron el choque con chasco y hambre.
La siguiente hazaña fue encontrar la sala y la tribuna de prensa. Las tripas de este imponente estadio estrenado este año, que será sede mundialista y de la Eurocopa, son un laberinto desesperante de escaleras que suben y bajan, pasillos infinitos y empleados que miran como la vaca al Transiberiano sin saber guiar al rebaño .
Una vez logrado el objetivo, centenares de peldaños más tarde, la primera visión panorámica del campo deja paralizado. Es un gigante con capacidad para casi 70.000 espectadores que ahora sólo pueden ocupar 55.700 butacas, donde el incondicional del Zenit pasa calor en los partidos de frío fuera. El techo se cierra y la calefacción se enciende. Faltan las pantuflas para sentirse como en casa.
Su verticalidad y esa cubierta retráctil multiplican su acústica. El jueves acudieron 50.800 almas, 200 de ellas guipuzcoanas. De entre ellos, en torno a 8.000 llegaban a asustar con sus griteríos tribales desde uno de los fondos. Qué explosión de decibelios.
Cada informador disponía de un amplísimo pupitre a la altura adecuada -no es fácil que cumplan en este aspecto- para ubicar el portátil, un cable de red para transmitir a la velocidad del rayo y un monitor para seguir el partido. Así sí.
Como contrapunto a esa armonía, un césped irregular, que parecía plantado en distintas etapas, de un verde feísimo que obligó a la Real a entrenar la víspera en el viejo Petrovksy y no en el escenario del partido.
Costó 700 millones de euros
Dicen los viejos del lugar que el río Neva que baña San Petersburgo todavía alberga esqueletos de camiones de hace 75 años. Los que transportaban a hurtadillas sobre las aguas heladas comida a la población que se moría de hambre en los casi tres años que duró el bloqueo de los nazis a San Petersburgo. Los soldados de la esvástica disparaban y bombardeaban ese hielo quebradizo para hundir a los salvadores convoyes.
Los notarios de la actualidad relatan que este Zenit Arena es el campo más costoso de la historia del fútbol. El presupuesto era de 180 millones de euros. Y ha costado 700, que han salido de las arcas del Zenit, las instituciones y Gazprom entre otros. Cuentan que el techo de este coliseo vanguardista lo están agujereando los pájaros y que habrá otro notable sobrecoste para repararlo.
El problema no era la manzana de Errezil, ‘tobarichs’
Los escrupulosos agentes rusos no permitieron introducir ni bebida ni comida