El sentido común de Gerard Piqué
El acontecimiento deportivo de ayer fue fiscalizar a un jugador por su ideología
Ayer sucedió un fenómeno insólito: un futbolista se presentó a una rueda de prensa y se pasó treinta y tres minutos hablando de política. De hecho, a Gerard Piqué sólo le hizo una única pregunta sobre su próximo partido y eso generó risas entre los asistentes. No parecía generar mucho interés. Ante las preguntas formuladas, las respuestas del jugador se caracterizaron por tener un elevado sentido común sobre cuestiones obvias. Se escrutó la personalidad del jugador a partir de su opinión política. Que en 2017 un jugador tenga que aclarar que no se arrepiente de expresar sus sentimientos hacia un acontecimiento político trascendente, que su ideología no debe de excluirle de jugar con la selección, que en el vestuario la diferencia de opiniones no supone conflictos de convivencia, es triste. ¿Se imaginan un país donde un jugador tenga que pedir disculpas por opinar de política, que se vete a los jugadores en función de su ideología y que se exija una misma militancia para convivir en un vestuario? Esto asusta. Pero, al fin y al cabo, lo que tuvo que hacer ayer Gerard Piqué fue justificarse a nivel personal delante de la prensa por pensar lo que piensa, por defender la tolerancia y hacer entender a la gente que la convivencia existe y es posible. Eso se enseña en párvulos, pero ahí estábamos: escaneando frase a frase al futbolista para discernir su nivel de maldad. Es ridículo. Y el bucle informativo y magnético que se crea es alucinante. Se le reprocha que hable de política porque sube la tensión. Entonces Piqué hace la rueda de prensa para rebajar la tensión creada. Y cuando lo hace, se le fiscaliza aún más. Se le pide que revele su voto el domingo, si considera que el resultado del referéndum es válido, si acepta una DUI o si celebraría la proclamación de la independencia. ¿Para qué? ¿Para seguir atizándolo? La relación de Piqué con la política parece muy natural, humana y común. En cambio, ante escenas como la de ayer, la relación con la política que tiene un sector de la prensa deportiva es inquietante: con prejuicios, intrigantes, excluyente y fiscalizadora