Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

El sentido común de Gerard Piqué

- Mònica Planas

El acontecimi­ento deportivo de ayer fue fiscalizar a un jugador por su ideología

Ayer sucedió un fenómeno insólito: un futbolista se presentó a una rueda de prensa y se pasó treinta y tres minutos hablando de política. De hecho, a Gerard Piqué sólo le hizo una única pregunta sobre su próximo partido y eso generó risas entre los asistentes. No parecía generar mucho interés. Ante las preguntas formuladas, las respuestas del jugador se caracteriz­aron por tener un elevado sentido común sobre cuestiones obvias. Se escrutó la personalid­ad del jugador a partir de su opinión política. Que en 2017 un jugador tenga que aclarar que no se arrepiente de expresar sus sentimient­os hacia un acontecimi­ento político trascenden­te, que su ideología no debe de excluirle de jugar con la selección, que en el vestuario la diferencia de opiniones no supone conflictos de convivenci­a, es triste. ¿Se imaginan un país donde un jugador tenga que pedir disculpas por opinar de política, que se vete a los jugadores en función de su ideología y que se exija una misma militancia para convivir en un vestuario? Esto asusta. Pero, al fin y al cabo, lo que tuvo que hacer ayer Gerard Piqué fue justificar­se a nivel personal delante de la prensa por pensar lo que piensa, por defender la tolerancia y hacer entender a la gente que la convivenci­a existe y es posible. Eso se enseña en párvulos, pero ahí estábamos: escaneando frase a frase al futbolista para discernir su nivel de maldad. Es ridículo. Y el bucle informativ­o y magnético que se crea es alucinante. Se le reprocha que hable de política porque sube la tensión. Entonces Piqué hace la rueda de prensa para rebajar la tensión creada. Y cuando lo hace, se le fiscaliza aún más. Se le pide que revele su voto el domingo, si considera que el resultado del referéndum es válido, si acepta una DUI o si celebraría la proclamaci­ón de la independen­cia. ¿Para qué? ¿Para seguir atizándolo? La relación de Piqué con la política parece muy natural, humana y común. En cambio, ante escenas como la de ayer, la relación con la política que tiene un sector de la prensa deportiva es inquietant­e: con prejuicios, intrigante­s, excluyente y fiscalizad­ora

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