Un campo que pudo cambiar la historia
La Real vuelve a Mendizorrotza necesitada de reencontrarse con la senda del triunfo, ante un Alavés que sigue sin ganar en casa
Era el 8 de junio de 2008. Se jugaba la penúltima jornada de la Liga de Segunda División en Mendizorrotza, entre el Alavés y la Real. Fue un partido de gran tensión. La Real con el triunfo estaba con los dos pies en Primera, solo a falta de sumar algún punto con la visita a Anoeta del Córdoba. Peleaba con Sporting y Málaga por la segunda y tercera plaza que, a falta de esas dos jornadas, aventajaban en uno y dos puntos. Se enfrentaban a un Alavés que con la derrota se iba a la Segunda B y quizás mañana no se podría llegar a jugar este derbi, por la imposible viabilidad del equipo babazorro. De ahí la singularidad de un partido que acabó en tragedia para los realistas y euforia local. El 3-2 final de Mendizorrotza, que llegó de una forma que aún cuesta creer, impidió el ascenso de la Real y mantuvo al Alavés en Segunda.
Muchas veces hemos escuchado a Iñigo Díaz de Cerio y a otros jugadores de la Real como el peor episodio que han vivido en el fútbol. Quizás también comparta esa impresión el actual ayudante de Eusebio, Mikel Labaka, que vivió muy de cerca aquél terrible suceso. carrera. El delantero donostiarra marcó el primer gol a los diez minutos y así se alcanzó el descanso. Lillo alineó aquela tarde a: Riesgo, Gerardo, Labaka, Mikel González, Castillo, Garitano, Uranga, Martí, Aranburu, Delibasic y Díaz de Cerio. Al comenzar la segunda mitad empató el Alavés por medio de Adrián, pero Delibasic adelantó de nuevo a la Real en lo que parecía la consumación del logro. Incluso cuando ya todo parecía encarrilado, la afición txuriurdin en Mendizorrotza estuvo con el alma en vilo cuando Victor Casadesús, que como Xabi Prieto y Nacho, salió en los últimos minutos, se plantó ante el meta babazorro y falló la clara ocasión que no hubiera dado paso a lo que vino después.
Porque Jairo enel87yT oni Moral en el descuento marcaron dos goles seguidos que nos dejaron desarmados y sin poder hilar palabras a los que narrábamos por radio aquella situación rocambolesca que parecía un mal sueño. La historia quiso volver la cara a la Real nuevamente, después de aquella otra inolvidable tarde convulsa del Sánchez Pizjuán en 1980, cuando la Real tenía dominado el partido que le daba la Liga y la perdió con los dos goles de Bertoni, pese a jugar muchos minutos contra un Sevilla en inferioridad.
Es el pasado y nunca sabremos de qué manera se hubiera escrito la historia de la Real si una u otra cosa se hubieran producido de otra manera. La mejor forma de olvidarlo es regresar a Mendizorrotza para dejar clara la intención de esta Real que ya es otra. Los dos equipos juegan en la máxima categoría y el choque se presenta nuevamente como un punto de inflexión necesario para ambos. La Real tiene que despegar después de un comienzo fulgurante y una continuación que ha dejado muchas dudas, mientras que el Alavés aún no ha podido dedicar un triunfo a sus seguidores en Vitoria, porque ganaron el primer partido en la jornada anterior en el campo del Levante.
¿Cómo jugar un partido tan decisivo? A esa pregunta deberán responder los técnicos que han tenido dos semanas para corregir los errores que han permitido a los rivales marcar demasiados goles en la puerta de Rulli. Da la sensación de que los rivales han pillado la forma de juego del equipo de Eusebio y dejan conscientemente el balón en los pies de la Real porque proponen matarle a la contra, dada la débil contención que encuentran. Ha habido varias sesiones de vídeo en Zubieta para que los jugadores comprobaran las imágenes de sus movimientos en los partidos anteriores y encontrar la forma de evitar que se repitan los errores que les han llevado a sumar solo un punto de los últimos doce en juego y con goleadas nada normales.
El partido de mañana claro que no es una final con todo lo que queda por recorrer, pero resultará decisivo para cambiar de dinámica y recuperar la senda victoriosa que a todos nos había parecido nuestra en las tres primeras jornadas