Hamilton, el ‘niño’ que nunca se arrodilló
El inglés, víctima de insultos racistas desde pequeño, no tiene previsto hincar la rodilla cuando suene el himno USA
Lewis Hamilton tiene hoy dos batallas que afrontar, las dos en la pista. La primera es la que librará como cada fin de semana de carreras contra sus adversarios para ser el mejor. La segunda, la que le ha marcado como persona: su constante lucha contra el racismo.
La Fórmula 1 llega en un momento revuelto a Estados Unidos, con parte de los jugadores de la NFL retando semana tras semana a Donald Trump, hincando la rodilla en el suelo cuando suena el himno estadounidense, como forma de protesta contra la discriminación y el racismo. Este movimiento fue iniciado por Colin Kaepernick el 14 de agosto de 2016, actualmente sin equipo después de un gesto que fue el precursor de un gran movimiento en favor de los derechos de las personas de raza negra.
“No me voy a poner de pie para mostrar orgullo por la bandera de un país que oprime a la gente negra y de color”, explicó después el quarterback. Sus palabras estaban fundamentadas en datos brutales. En 2015, 1146 jóvenes negros fueron asesinados por oficiales de policía, y en 2016 se llegó a los 1091. Algunos de estos casos se convirtieron en mediáticos y los tuits de Trump en contra de los jugadores sólo dieron más fuerza a dicho gesto.
Ganar como respuesta
En este contexto, la figura de Hamilton coge una relevancia especial. Lewis ha sufrido en su propia carne insultos racistas desde niño y, en cierta manera, se ha convertido en campeón empujado por su pugna constante contra aquellos que le menospreciaban por su color de piel. “Recuerdo que había un racismo creciente en el barrio donde crecí y que fui, de cierta forma, víctima de discriminaciones en la calle y en la escuela (Jhon Henry Newman School). En la educación primaria se empezó a ganar el respeto apuntándose a kárate, pero sería el motor el verdadero puente para acabar con los insultos. A causa del color de su piel era muy difícil encontrar un patrocinador, así que en 1995, su padre lo inscribió en el Campeonato Británico de Karts y Lewis ganó, pero en los circuitos la cosa no cambiaba. Los fines de semana eran todos iguales. Hamilton y su padre ya han explicado en varias ocasiones que se sentían los más observados en cada prueba, la gente se preguntaba por lo que estaban haciendo allí, pero tanto en los circuitos como en la escuela, Anthony Hamilton le dio un sabio consejo a su hijo: “Mi padre me decía: ‘habla siempre en la pista’. Y es lo que hice desde el primer día”, expresó Hamilton, destacando que “había niños que decían cosas, profesores que me decían que nunca iba a hacer nada en las carreras y que no iba a ser nadie.Siempre hubo quien intentó desanimarme”.
El pasado del de Stevenage ha forjado su carácter. Le hicieron fuerte los problemas económicos que tuvo su padre para meterlo en un mundo generalmente de ricos y ahora le da igual qué opinen de él, de sus desconexiones, sus fiestas y qué hace en su tiempo libre. Trata de disfrutar al máximo al margen de lo que digan. Ha aprendido a ha- cer oídos sordos y a seguir hablando en pista, como respondía a los insultos racistas. Así ha logrado ser el único piloto negro de la F1, y va a por su cuarto Mundial.
Por todo ello, cuando le preguntan si tiene previsto arrodillarse hoy cuando suene el himno de los Estados Unidos, Hamilton tiene una clara respuesta: “creo que el movimiento es genial. Lo apoyo, pero estoy aquí para ganar y esa es mi prioridad. En este momento, no estoy pensando en nada más. A pesar de que tengo mis opiniones y sentimientos sobre la situación en
“Algunos niños y profesores me decían que nunca sería nadie”, dice Lewis Si hinca la rodilla hoy será la primera vez que lo haga tras una vida de intensa lucha
general, no tengo planeado hacer nada”, explicó en la rueda de prensa previa. Y es que si finalmente hinca la rodilla hoy, Carl Davidson Hamilton (su padre le puso este nombre porque su ídolo era Carl Lewis, otro gran campeón que sufrió racismo) será la primera vez que lo haga tras una vida de intensa lucha con una premisa: ganar para acabar con los comentarios por su color de piel, algo que perseguirá hoy más que nunca.