Este encuentro ya se jugó
La Real encadena su cuarto partido sin ganar en casa tras estrellar su juego plano ante otro rival replegado
En el fútbol todos los estilos valen si se llevan a cabo con efectividad y organización. Con una idea. No sirve rasgarse las vestiduras señalando a equipos como el Espanyol, que jugó a no dejar jugar, a trabar el partido y buscar un gol en una salida rápida, cuando no se ha sido capaz de superarle. Cómo quiera jugar el Espanyol es su problema y de lo que le permita el árbitro que, todo sea dicho, ayer fue bastante. El problema de la Real es cómo superar ese tipo de entramados que se empiezan a repetir por sistema en todos los equipos que tiene en frente y que los txuri urdin tantos problemas tienen en descifrar.
Es excusa de mal perdedor buscar responsabilidades en el empedrado. Y menos en partidos como el de ayer, toda vez que ya se había jugado uno igual la pasada temporada. Uno en el que la Real tuvo que ir a remolque todo el partido y sólo un gol postrero rescató un empate para sus intereses. Pese a que ese partido, contra este adversario y ese mismo técnico rival, ya se ha jugado, la Real repitió los mismos errores que le llevaron a encadenar su cuarto partido consecutivo sin ganar en Anoeta. Son demasiados.
El juego de la Real sin balón es blando y excesivamente contemplativo. Lo es casi siempre y concede en exceso al contrario. El Espanyol tardó 8 minutos en aprovecharlo, los
que necesitó Jurado para encarar a Kevin, que le siguió con la mirada y le permitió centrar con la misma facilidad con la que Baptistao se coló entre los centrales para cabecear un balón que parecía de Rulli.
La responsabilidad de ese gol no hay que buscarla ni en el árbitro ni en la rácana actitud del Espanyol en el partido. Y fue lo que marcó el devenir del encuentro, porque reforzó el plan del Quique y agravó la ansiedad de una Real que, ya para entonces, había demostrado una enorme planicie con el balón.
A la Real le terminó desquiciando el árbitro, que permitió que el Espanyol desplazara el balón, fingiera, demorase los saques, perdiera tiempo...sin castigo alguno para, además, acabar expulsando a Illarramendi. Pero si algo desquició a todos los demás fue la lentísima circulación de balón de los blanquiazules. Siempre por delante de la primera línea de presión del rival, sin encontrar juego interior que le permitiera ganar superioridades por fuera, los de Eusebio desperdiciaron toda la primera parte en ese camino a ninguna parte que, eufemísticamente, se bautiza como paciencia.
Hizo falta otra electricidad, más velocidad, el uno contra uno de Januzaj en la segunda parte para, al menos, empatar, pero no varió en exceso el diagnóstico. A la Real le costó llegar al área de Pau elaborando, con dominio de la situación y gente ,y sólo lo hizo con chispazos de rabia, con un punto de desesperación. Ese estilo también sirve de vez en cuando pero esta Real lo desprecia, queriendo llegar siempre por una vía ortodoxa que se revela ineficaz ante rivales replegados, lo que provoca, como ayer, que se jueguen partidos que ya se han jugado. Esta temporada, y la pasada
La Real repitió los errores que le llevaron a no ganar su cuarto partido en casa