La sinrazón de Melero

Cuesta mucho entender que en un partido como el de ayer, en el que el Espanyol se limitó a perder tiempo casi desde el pitido inicial, el colegiado solo diera tres minutos de prolongación, de los cuales no se jugaron ni la mitad por culpa del exceso de protagonismo de un árbitro malo de solemnidad, que dejó sin sanción una patada alevosa de Didac Vila sobre Diego Llorente y no tuvo reparos en cambio en expulsar a Asier Illarramendi por doble amarilla, la primera de las cuales por protestar una de la muchas malas decisiones tomadas por el malacitano. Melero López acabó por desquiciar no solo a los jugadores, también a una afición que acabó dedicándole una bronca de las que hacen afición. ¿Se creen que el colegiado andaluz abandonó el campo cabizbajo? Que va, salió del terreno de juego mirando al respetable, en plan ‘aquí estoy yo’. Pero dicho esto, también hay que reconocer que el trencilla tampoco tuvo mucho que ver en que la Real dejara escapar otros dos puntos de Anoeta después de un partido en el que se mostró incapaz de descifrar el entramado defensivo tejido por Quique Sánchez Flores. Muy pocas fueron las ocasiones claras de las que dispusieron los realistas hasta el gol de Asier Illarramendi y hasta entonces ya habían pasado 68 minutos. Tampoco es que Gero Rulli sufriera mucho. El Espanyol marcó en la primera y única ocasión de la que dispuso. Ese tanto le puso las cosas aún más difíciles a los txuri urdin. El repliegue perico era más que evidente y no había espacios por los que llegar a las inmediaciones de la portería bien efendida por Pau López. Demasiado pase atrás a un Rulli que no estuvo muy certero con el balón en los pies. Solo una genialidad de Januzaj hizo que la afición realzale soñara con un triunfo que no llegó. El belga, tras una gran jugada, puso un balón de oro a Illarra, que no perdonó. El resto fue un quiero y no puedo por parte de una Real que acabó desquiciada por un mal árbitro