Segundo aniversario en plena forma
Tal día como hoy hace dos años debutó con la Real Mikel Oyarzabal, consagrado como estrella y líder del equipo en la actualidad
Tal día como hoy hace dos años, Mikel Oyarzabal (Eibar, 1997) salió por Carlos Vela en el minuto 84 de un partido que la Real ganó al Levante por goleada (0-4). El pescado estaba vendido, pero no fue una sustitución anecdótica. En otoño, el sol alumbra pero no calienta, pero en aquel octubre surgió un rayo esperanzador. Aquel canterano en ciernes es a día de hoy el principal argumento ofensivo del equipo.
En poco tiempo, este joven con pinta de veterano ha experimentado la inevitable sensación de que en el fútbol el reloj vuela y la memoria es frágil. En los libros estadísticos se lee que fue David Moyes quien le hizo debutar en Primera, pero el apostante real de Oyarzabal fue Eusebio.
El pucelano le dio minutos en su primer partido dirigiendo a la Real (2-0 al Sevilla en Anoeta). Desde entonces, sólo alguna lesión leve se ha interpuesto entre la confianza del entrenador y la respuesta del futbolista. Con Eusebio en el banquillo, Oyarzabal apenas ha desfilado por la grada o la suplencia.
A sus 20 años, Oyarzabal es el jugador más joven del primer equipo, que no el más bisoño. Debutó recién alcanzada la mayoría de edad, con 18 años, pero en su fútbol no brota el acné juvenil: su mentalidad es ganadora y juega con la inteligencia de un superdotado.
Ha pasado lo peor
Desde los primeros pasos que dio su perfil obedecía al de un profesional brillante. Pasó de puntillas por el Sanse (13 partidos le contemplan) y rebasó como una exhalación la barrera más severa para un canterano: llegar al primer equipo. El eibartarra recaló, prácticamente de un brinco, desde juveniles, donde empezó a deslumbrar.
La energía de la sabia nueva, cuando hay talento y categoría, es imparable. Sobre todo en la irrupción. En sus primeros meses al máximo nivel, Oyarzabal había facturado 26 partidos y media docena de goles, todos ellos valederos para puntuar. La estrella ya había nacido.
Sucede que en el purismo del deporte hay intrínseco un mensaje: ‘el segundo año es el más difícil’, se dice. Que si el despunte ha sido tan álgido que mantenerlo cuesta un mundo, que si la gran prueba de madurez es en el segundo año en la élite. En el apartado de las aportaciones tangibles, el segundo curso de Oyarzabal fue más discreto (4 goles, por ejemplo), pero todas las conclusiones críticas quedan en entredicho con un dato arrollador: jugó todos los partidos oficiales de la 2016/17.
Si en todo caso su contribución dejó algo que desear el año anterior, la actualidad dicta, sin ninguna duda, que lo peor (el segundo año) ya ha pasado para Oyarzabal. Ahora está como un tiro, en plena forma. En sus últimos seis partidos ha anotado cinco goles pero, más allá de sus registros cara a puerta, en la conciencia de la Real reside esa idea de que se trata de un jugador esencial en el esquema de Eusebio. Suele quedar claro este concepto cuando el susodicho no está. Oyarzabal faltó un mes por haberse lesionado con la selección española Sub 21 y la Real sólo ganó la mitad de sus partidos (dos de dos) en ese tiempo.
Por dentro
Escrupulosamente mediatizado por su método incondicional, Eusebio le dice a Oyarzabal que juegue escorado, bien a la derecha, bien a la izquierda. Con libertad. La naturaleza del futbolista tiene más que ver con el ADN de un mediapunta nato: es vertical, conductor, pasador y posee un cañón en la izquierda cada vez menos anónimo, como pudo comprobar Pau, el portero del Espanyol, el lunes.
Fue una declaración de principios más por parte de Oyarzabal, que no la última. Dos años después de haber debutado y una semana después de haberse estrenado con gol en Europa, alumbra como el sol en otoño y como una estrella consagrada en la constelación txuri urdin