Gipuzkoa cierra el ciclo de la recuperación
La txapela de Altuna en la ‘jaula’ se suma a las de Irribarria y Rezusta en el Manomanista y el Parejas
Gipuzkoa vive tiempos felices en los frontones. Sus jóvenes perlas le están dando muchas y grandes alegrías. En el último año y medio, tres pelotaris de este herrialde han conquistado los tres grandes campeonatos de mano profesional. Iker Irribarria abrió la lata en el Manomanista de 2016, repitió éxito junto al bergararra Rezusta en el Parejas de 2017 y el pasado domingo fue Jokin Altuna quien cerró el ciclo de la recuperación por parte de Gipuzkoa de la hegemonía perdida. Estas tres txapelas han hecho olvidar una sequía extrañamente prolongada para un territorio que ha sido santo y seña en este deporte.
Y es que en los inicios de la historia moderna de la pelota a mano, la que arranca con la disputa en 1940, del primer Campeonato Profesional Individual regido por la recién creada Federación Española, Gipuzkoa gobernaba con mano de hierro
En los seis últimos torneos siempre ha habido al menos un gipuzkoarra en la final
en los frontones. De las primeras 11 txapelas del Manomanista que se ponen en juego, diez viajan a dicho territorio. El mítico Atano III y Gallastegi, otra leyenda viva a sus casi 100 años -los cumplirá en febrero de 2018-, encadenaron los siete primeros entorchados de forma consecutiva. Después llegarían los de Soroa y Arriaran II. De hecho, no hubo un pleno al once porque Gallastegi renunció a jugar la final de 1953 por motivos económicos y el título fue directamente para el riojano Barberito.
Atano X, sobrino del primer gran campeón, mantuvo a Gipuzkoa en el candelero en los años 60 con sus recordados pulsos con el gran zaguero de Elorrio Hilario Azkarate. Ganó el Manomanista en 1966 y 1968. A partir de ahí, apagón total. Retegi I, tío del legendario Julián, inició el largo período de monopolio para Navarra, un territorio hasta entonces huérfano de gloria. En casi medio siglo, Gipuzkoa solo disfrutó en la competición reina de la mano con el fogonazo puntual de Joxean Tolosa en 1989. Hasta que irrumpió Irribarria con su estratosférico sotamano de izquierda. Con solo 19 años se caló la txapela del Manomanista en 2016 tras destronar a un vizcaíno, Urrutikoetxea.
Ese 29 de mayo marca el inicio del renacimiento de la mano guipuzcoana. A partir de entonces, siempre ha habido un pelotari de este territorio en las grandes finales. Meses después, Altuna III cayó en su primer intento de asalto a la txapela del Cuatro y Medio al ceder por 22-21 ante Bengoetxea VI en el
Ogueta de Gasteiz.
A continuación, Irribarria y Rezusta dinamitaron con su poder el Parejas, cuya corona conquistaron la pasada primavera. Habían pasado 9 años desde que el donostiarra Oier Mendizabal ganara dicho torneo junto a Olaizola II y 19 desde que un dúo integramente gipuzkoarra, Unanue-Errasti, se subiera a lo más alto del podio.
Precisamente Mikel Unanue había sido el último guipuzcoano en ganar el Cuatro y Medio (1999) antes de que el amezketarra Altuna reclamara el domingo para Gipuzkoa también el dominio en la ‘jaula’.
Este resurgir de Gipuzkoa no surge de la nada, ya que ha sido , con diferencia, el territorio que más pelotaris ha aportado al campo profesional en la última década. Vista la juventud de sus tres grandes abanderados (Irribarria y Altuna tienen 21 años y Rezusta 24), está claro que Gipuzkoa ha vuelto para quedarse. Y la fuente no se agota. Arteaga II, Imaz, Peña III o Ugalde ya empiezan a despuntar como profesionales. Y en el campo aficionado, los Labaka (Peru y Eneko), Zubizarreta, Garmendia, Zubiria y compañía marcan el relevo
Antes de Altuna, el último paisano suyo campeón de la ‘jaula’ fue Unanue en 1999