Pablo Motos y la misma historia
El presentador de El Hormiguero le hizo explicar lo mismo que hace dos años
El lunes, la campeona de Wimbledon, Garbiñe Muguruza, tuvo el valor de visitar El Hormiguero. Hace dos años, en noviembre de 2015, la tenista ya visitó El Hormiguero y, parece que, antes de ayer, aprovecharon el guión. En 2015, Pablo Motos le preguntó: “Una cosa que me fascina del tenis y que no he llegado a entender nunca es que estáis las dos contrincantes compartiendo el mismo vestuario antes de salir. No se me ocurre una tortura china peor. Vas a jugar, no sé, con Serena Williams y está esa hembra mirando…”.
Además del detalle machista que no va a sorprendernos ahora de Pablo Motos, resulta que, a pesar de que Garbiñe Muguruza ya se lo explicó hace dos años, el presentador sigue sin entenderlo. El lunes volvió a preguntar por el asunto: “Estábamos comentando los detalles del vestuario, que se cuenta poco en el tenis y sobre todo cuando es femenino. (…) Vas a estar en el vestuario con tu contrincante, con lo cual tampoco te puedes hacer muy amiga de ella, porque imagina que sea simpática y te dice: ‘¡Ay, hola, Garbiñe! ¿Cómo estás?’. Luego te va a dar cosa tirarle fuerte”. Y luego le repreguntó “¿Se cruza la mirada del tigre?” que es justamente lo que le contó Garbiñe en la entrevista de 2015.
No es solo el infantilismo de Pablo Motos, que convierte la competición en el rollo frívolo de unas amigas en el vestuario, apelando a una falta de competitividad que nuca se cuestiona en los hombres. Es abusar del tópico, reiterarlo y mantener prácticamente la misma conversación. De otra cosa de la que no se libró Garbiñe ni hace dos años ni ahora fue en el comentario burlón de Pablo Motos acerca de la marca del moreno en sus tobillos por culpa de los calcetines. La bromita de mirarle a los pies a ver si le sigue pasando. “Es mi trabajo, no lo puedo evitar” comentó la tenista en 2015.
Esta vez apuntó que durante sus vacaciones había intentado disimularlo. Es relevante cómo la tiranía del físico y la estética sigue machacando a las deportistas de élite, que más allá de títulos deben ajustarse a los cánones de belleza imperantes