Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

PARA REY MAGO, ORELLANA

El chileno debutó en Las Palmas y dos minutos después marcó el gol que inició la remontada Un cabezazo de Sergi Enrich dio el triunfo a un Eibar lanzado que ha sumado 19 puntos de los últimos 21

- Bruno Parcero Donostia

Ni los turrones, ni los polvorones, ni los mazapanes, ni Paco Jémez han sido capaces de frenar a un Eibar que terminó el año lanzado y que ha iniciado 2018 subiendo la temida cuesta de enero con plato grande y bailando sobre la bicicleta al estilo Alberto Contador. Ya son 19 puntos sumados de los últimos 21 y cada jornada que pasa los de Mendilibar ven a más rivales chupando rueda.

Y es que la vida le sonríe al Eibar porque lo que hace unas semanas salía mal, ahora sale bien. Los golpes que jornadas atrás dejaban al equipo tocado, ahora apenas si provocan rasguños y como ayer es capaz de sobreponer­se a un penalti en contra para terminar llevándose la victoria sin la necesidad de bordar el fútbol.

Porque cuando el viento sopla de cola sucede que uno de tus últimos fichajes apenas necesita dos minutos para marcar. O sucede que un cabezazo que pega en el palo se va para adentro y no es escupido hacia fuera. O sucede que ni un pésimo colegiado como González González, que te hurta un penalti de libro sobre Inui, termina influyendo en el resultado. Definitiva­mente son buenos tiempos para el Eibar.

Todo lo contrario le sucede a Las Palmas, un equipo a la deriva, atrapado en sus miedos y agarrotado por la angustia que provoca el descenso. Paco Jémez tiene mucho trabajo y poco tiempo y mazazos como el de ayer desde luego no le ayudan.

Pero es que los canarios no merecieron ni el gol porque este llegó en una jugada aislada y tras un error de Arbilla, que midió mal su entrada y terminó derribando a Hernán Toledo -vio la quinta amarilla y no podrá jugar ante el Atlético de Madrid-. Este penalti sí lo vio González González y Viera marcó.

Hasta entonces el Eibar había jugado fundamenta­lmente en el campo de Las Palmas. Había manejado el balón, dominado el partido y desquiciad­o a una afición que había comenzado a silbar a los suyos. Y no es que los armeros colecciona­ran ocasiones, porque salvo un buen cabezazo de Inui a centro de Capa que desvió Chichizola, los de Mendilibar sólo colecciona­ron llegadas. Sin embargo, la sensa- ción de ser el dueño del partido era evidente.

El gol de Viera lo cambió todo y cuestionó la autoridad del Eibar y fue ahí cuando más se evidenció que Las Palmas no está para mandar. Parapetado en ese tanto enfrentó la segunda mitad con más miedo que ambición ante un Eibar impreciso, pero con la confianza necesaria para creer que todo era posible.

Visto y no visto

Mendilibar movió el banquillo y tras verse obligado a meter a Peña por el lesionado Capa -Las Palmas perdió a Bigas y a Samper-, hizo

debutar a Orellana y el chileno no defraudó porque apenas dos minutos después apareció en el área para rematar a la red la asistencia de Charles tras una falta lanzada por Cote.

Y sólo cuatro minutos después, de las botas del asturiano salía un centro llovido al segundo palo que Chichizola decidió no atacar, refugiándo­se bajo el larguero, lo que aprovechó Sergi Enrich para poner la cabeza y cruzar un remate que terminó entrando tras pegar en el palo.

Ni la necesidad, ni el orgullo hicieron reaccionar a un Las Palmas que no inquietó y que pudo recibir el tercero si González González no hubiera sufrido ceguera temporal. Porque parece increíble que el colegiado no viera el claro derribo de Ximo Navarro sobre Inui que afortunada­mente queda en anécdota. Y es que al Eibar la vida le sonríe

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FOTO: EFE Debut y gol Fabián Orellana es abrazado por sus compañeros tras lograr el gol del empate ante Las Palmas

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