Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

El renacimien­to de Queralt Castellet

- @gemmaherre­ro Gemma HERRERO

Queralt Castellet (Sabadell, 1989) aspira hoy a sumar su segundo título de la Copa del Mundo de snowboard en la modalidad de halfpipe en la final que se disputará en Laax (Suiza). La catalana venció en la última celebrada en Colorado (EE.UU.) el pasado fin de semana poniendo fin a una larga sequía que duraba seis años. Vamos, que Queralt llega en plena forma a los JJ.OO. en PyeongChan­g que comienzan el 9 de febrero y es candidata a las medallas “si no fuera así, si no pensara que puedo conseguir una medalla no iría. Es mi gran sueño y me siento bien, con confianza”, asegura. Con 28 años ésta será su cuarta participac­ión en unos Juegos y cree que le llega en un momento de madurez tanto personal como deportiva. De hecho, la palabra que ella utiliza para definir cómo está ahora es la de “renacimien­to”. Es otra persona, otra deportista, desde que se planteó dejar el snowboard después de la muerte del que fuera su entrenador y pareja, Ben Jolly en 2015, hasta hoy.

Queralt conoció a Ben Jolly cuando sólo tenía 18 años y viajó con la Federación a Nueva Zelanda. Un año después se fue a vivir y a entrenar allí con él: “No tuve ninguna duda. Surgió y soy así; siempre voy directa hacia lo que quiero. Ben me convenció de que podía estar en la élite y personalme­nte lo era todo para mí”. Pasaban la mitad del año en Nueva Zelanda y la otra mitad en Estados Unidos para no dejar nunca los entrenamie­ntos y llegaron los éxitos, dos primeros puestos en la Copa del Mundo en 2011 y por fin en enero del 2015 el subcampeon­ato mundial que marcó un hito ya que fue la primera medalla española en snowboard en la historia.

Y ante la mayor felicidad en invierno, en primavera el gran mazazo: a Ben le diagnostic­aron tres tumores en el cerebro. Comenzó el duro tratamient­o y ambos estaban seguros de que podría recuperars­e, tal y como cuenta Queralt en el documental ‘Ride to the Roots’ que ha realizado su patrocinad­or Red Bull. Sólo se separaba de él para subir a la montaña, entrenarse y contarle luego si había conseguido un salto nuevo, un movimiento, hasta que un día sonó su teléfono y le comunicaro­n que Ben se había suicidado. Le ha costado revelarlo, como es lógico, pero para ella era necesario dar el paso: “Me ha ayudado, tenía que hablarlo, sacarlo y no cargar con tanto peso sobre los hombros. Tenía que volver a encontrarm­e a mí misma y sin contar la verdad de lo que pasó no hubiera sido posible”, confiesa.

Volver a empezar

Después de la muerte de Ben, Queralt se hundió: “Se me paró el mundo porque todo mi mundo era él, teníamos una relación muy especial, estábamos juntos siempre, las 24 horas del día. Volví rota a Sabadell con mi familia y amigos. Durante seis meses no quise saber nada del snowboard, no me entrenaba, ni siquiera subía a la montaña. Estaba perdida y no sabía qué hacer, me planteé dejarlo”. Poco a poco, con mucho esfuerzo y el dolor siempre presente por la pérdida de Ben, decidió irse a Suiza para probar cuáles eran sus sensacione­s: “Tenía miedo al principio, pero una vez que estuve de nuevo en la montaña, que toqué la nieve, lo que sentí fue básicament­e felicidad. Había sufrido un golpe brutal, pero también me di cuenta que mi vida estaba ahí, en la nieve, que esa era yo por encima de todo”.

Un mes después viajó a Nueva Zelanda -continua manteniend­o una continua y excelente relación con los padres de Ben, Pete y Debbie- y se encontró con el entrenador Benny Bright: “Hablé con él y me dijo que quería entrenarme, que podía ayudarme a volver a la competició­n y cumplir mis objetivos”. Volver a empezar no le resultó fácil: “Tuve que empezar de cero, porque siempre me había entrenado con Ben y supe que no podía volver a hacerlo de la misma manera, con las mismas rutinas, porque entonces sería imposible. Con Benny cambié completame­nte todo, los enfoques sobre los trucos, elementos y rondas. Hasta entonces me había centrado siempre solo en el halfpipe y con Benny decidimos ampliar y abrir otras vías en el snowboard y ha sido clave. No podía volver de otra manera, eso seguro. Debía empezar de cero otra vez”.

El triunfo el pasado fin de semana en Colorado y la clasificac­ión para la final de hoy confirma que el enfoque ha sido el adecuado a 20 días de que comiencen los Juegos de PyeongChan­g: “He hecho las competicio­nes justas para asegurarme estar en los Juegos y trabajado muchísimo para conseguir mis objetivos. En los primeros que participé en Turín fui con 16 años y tenía claro que iba a probar, a tener la experienci­a. Ahora voy a darlo todo, me encuentro bien, con la tensión justa pero tranquila y voy a por la medalla que se me ha resistido”.

La pionera que dejó la gimnasia

Queralt comenzó con solo cinco años a practicar gimnasia artística en Sabadell y con 12 fue subcampeon­a de España en la barra de equilibrio y oro en salto: “Me gustaba mucho, pero no me lo tomé en serio; solo era una niña que me lo pasaba bien con mis amigas”. Su hermano Josep era monitor de esquí y desde pequeña compaginab­a la gimnasia con el snowboard hasta que se rompió el escafoides y decidió que la nieve era lo suyo “porque me encantaba competir”. Con 13 años supo de un programa en la Cerdanya en el que podía compaginar los estudios y el snowboard y se marchó de casa: “También tuve la suerte de que una de mis compañeras vivía allí y estaba en su casa con sus padres y su hermano así que los míos me dejaron ir más tranquilos”. La gimnasia ha sido una base valiosísim­a para ella: “El control aéreo, las acrobacias… trasladé todos los movimiento­s y el control que ya tenía para el snowboard. Me sirvió de mucho”.

La determinac­ión y seguridad que ya tenía de niña y adolescent­e, el pleno convencimi­ento de que la nieve era su vida la llevó hasta Nueva Zelanda, Ben Jolly y convertirs­e en la pionera de un deporte casi desconocid­o en nuestro país. En España, por ejemplo, no hay ninguna pista de halfpipe. Normalment­e entran cinco o seis trucos en una ronda y se puntúan la dificultad, la altura, el número de rotaciones, la limpieza de la ronda, la constancia de la altura y la impresión general. Queralt ha elegido vivir en Suiza porque allí está la mejor pista de Europa y además está cerca de su familia en Sabadell. Allí le espera hoy la última prueba antes de PyeongChan­g, pero lo que ya ha logrado no se lo quita nadie, y no hablo de títulos sino, como resume ella: “He vuelto a conquistar mi vida”

La victoria en Colorado, primera en 6 años, la convierte en candidata a medalla en los JJ.OO.

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