Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

Varios dibujos tácticos con el 4-4-2 como base

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“¿4-3-3? No considero el esquema tan importante”. Lo soltó Valverde el primer día que tomó la palabra como técnico del Barça y esa osadía tranquila, que habría sonado a anatema en cualquier otro, le sirvió desde el principio para decidir sin prejuicios en función de cada necesidad que se presentó. La primera fue de aúpa: la fuga de Neymar al PSG. El flamante fichaje de Dembélé parecía alargar la vida del dibujo-fetiche del barcelonis­mo, pero la grave lesión que sufrió el extremo francés le dio manos libres a Valverde, pese a que de entrada le dio cancha a Deulofeu. No cuajó la apuesta y Valverde, que empleaba un 4- 2-3-1 o un 4-4-2 en el Athletic, se aferró a esta segunda pizarra para dar consistenc­ia y seguridad a su incipiente Barça. Lo hizo después del grave varapalo en la Supercopa. Ni el 4-3-3 del Camp Nou ni el 3-5-2 del Bernabéu dio respuesta al equipo blanco, que se llevó el trofeo por un global de 5-1. Con Messi de clave de bóveda, la llegada de Paulinho cimentó esa idea en teoría más conservado­ra, pero sabiendo jugar siempre en cancha contraria y con la defensa muy avanzada. No ha perdido más y, con 4-4-2, logró un 0-3 en Madrid. A Luis Suárez le costó entrar en dinámica goleadora, a veces desplazado a la banda izquierda, pero se adaptó a ser el ‘9’ implacable de siempre. El gran beneficiad­o del sistema post-Neymar fue, reconocido por él mismo, Jordi Alba. Ahora, el fichaje de Coutinho y la vuelta de Dembélé pone a Valverde de nuevo frente a su pizarra

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