Ni rastro de las alegrías
La Real optó por afrontar la cita más ilusionante de los cuatro últimos años con un técnico amortizado y el aroma a fin de ciclo es incontestable
Poco antes de embarcarse en el avión que trasladaba a la expedición realista a Salzburgo Loren dejó dos reflexiones con la suficiente carga de profundidad como para pasarlas por alto. La primera, la que afecta a su figura. Con la seguridad que le da el saberse protegido por el ‘status quo’, ocurra lo que ocurra, desafió a todo el que le critique: “Si cuestionáis mi nombre, es problemas vuestro”, lanzó a los periodistas. Siendo grave esa soberbia, cuando hay motivos suficientes para cuestionar su labor y, sobre todo, muestras incontables en el entorno txuri urdin que lo hacen, más grave fue su segunda aseveración: “En lo que queda de temporada, vamos a dar muchas alegrías”.
Mucha prisa va a tener que darse la Real para llenar de algarabía el zurrón de sus seguidores ya que, a estas alturas, la temporada es un auténtico despropósito. Y, lo que es peor, en las manifestaciones del director deportivo hay demasiado de hueco, de mensaje vacío, de postureo artificial que a más de uno le sienta a insulto a su inteligencia. Seis meses ha tenido este proyecto para generar ilusión entre su gente, para dar esas alegrías, y no es que no haya ni rastro de las mismas, sino que se acumula la impotencia, la frustración y la desilusión sin que haya síntoma alguno de que en el tercio que resta para concluir la campaña pueda producirse esa mutación de la que habla el director deportivo.
Más bien, todo lo contrario. La Real y, en especial su entrenador, han llegado al punto decisivo de la temporada en su momento más bajo de los dos últimos años. Eusebio ha dirigido la eliminatoria contra el Salzburgo bajo sospecha y ha perdido toda la credibilidad para seguir al frente del equipo a la conclusión de la misma. La Real ha afrontado su cita más ilusionante de los cuatro últimos años sin dirección desde el banquillo, siendo un grupo desorientado y carente de los fundamentos elementales para competir al más alto nivel, lo que ha terminado por suponer un golpe tremendo a la línea de flotación del club. Porque en esta maniobra hay mucho de dejación de funciones por parte de Aperribay y Loren. La Real ha apostado por afrontar unos dieciseisavos de final de la Europa League, en los que estaba en juego la viabilidad de la temporada, con un entrenador amortizado. Y el resultado ha sido un equipo vacío de contenido, sin capacidad para competir, en una instancia que ha terminado por desnudar la vulgaridad del momento que vive el equipo en la actualidad.
El aroma a fin de ciclo con el que la Real regresó de Salzburgo es incontestable. Como siempre, en cualquier caso, afectará exclusivamente a un entrenador al que presidente y director deportivo se empeñan en aferrarse de una manera que pocos alcanzan a comprender. Las alegrías que anunció Loren antes de viajar a Austria ya las tenía que haber dado esta Real. Las que pueda dar de aquí a mayo, si es que las da, no van a compensar en absoluto las desilusiones acumuladas en seis meses de fracasos como consecuencia de las malas decisiones de un Loren que, sin embargo, volverá a erigirse en el ideólogo de un nuevo proyecto pese a que, aunque él no lo crea, una gran mayoría cuestione que esté capacitado para ello