Con un libro de estilo agotado
Eusebio Sacristán ya es historia en la Real. La derrota frente al Getafe supuso el punto final del entrenador de La Seca al frente del conjunto blanquiazul. 112 partidos ha durado una aventura que ha tenido un final un tanto abrupto. Hace un año todo eran elogios, pero el fútbol, como la sociedad, no entiende de pasados gloriosos. Después de una temporada para enmarcar, con clasificación para Europa incluida, el vallisoletano ha sido víctima, como casi siempre, de los resultados y del fracaso de un modelo que esta temporada ha deparado más desilusiones que otra cosa.
Atrás quedan 29 meses de trabajo en el que más han sido las victorias que las derrotas. De hecho, Eusebio presenta un porcentaje de victorias (40,4%) atractivo, muy superior, por ejemplo, al de su predecesor en el cargo, David Moyes. Pero eso no le ha servido para seguir liderando el proyecto, tal y como era su intención.
La llegada de Eusebio supuso un soplo de aire fresco para una institución que había perdido el norte de la mano de David Moyes. Su debut, con el Sevilla como rival, aquel 21 de noviembre, no pudo ser más ilusionante. Su aterrizaje, asimismo, vino acompañado de un nuevo libro de estilo, influido claramente por su pasado blaugrana. Eusebio aparecía como uno de los alumnos aventajados del añorado Johan Cruyff.
La Real fue capaz, con esas directrices, de asombrar el año pasado gracias a un fútbol moderno, de última generación, basado en la contagiosa presión al rival y en la alegre elaboración. El buen trabajo fue recompensado con la decimoquinta clasificación del club para Europa. No se discutía a Eusebio, todo lo contrario.
Pero la gloria no es eterna, menos en el fútbol y, por lo visto, aún menos en la Real y Eusebio pronto comenzó a lamentarlo, sin ir más lejos en su segundo verano en Zubieta. A Yuri Berchiche se le abrió la puerta para dar confianza a Kevin Rodrigues, dejando huérfano el lateral izquierdo. Carlos Vela anunciaba su agur, abriendo un hueco mucho más letal del que pudiera parecer por el enorme talento que el maya atesora. Iñigo Martínez, el mejor central, se fugó al Athletic en pleno invierno. El esqueleto estaba fracturado de golpe y porrazo, y Eusebio lejos de adecuarse a la nueva situación, ha seguido erre que erre con un ideario que ha llevado hasta los límites.
Una de las misiones del entrenador es amortiguar las caídas, pero Eusebio, de hecho, ha acelerado su extremaunción. La eliminación copera a manos de un Segunda B como el Lleida resultó humillante. La distancia con los puestos nobles de la competición casera cada vez era mayor, con lo que la Europa League se presentaba como la única tabla de salvación del entrenador vallisoletano, pero contra el Salzburgo, la Real no estuvo a la altura de las circunstancias.
Los focos para entonces ya le apuntaban. Su fútbol demandaba recursos que se han revelado invisibles, inexistentes. Le ha ‘matado’ morir con sus ideas y sus jugadores han ido actuando cada partido con menor “determinación”, término que Eusebio ha utilizado en sus ruedas de prensa por activa, pasiva y perifrástica