Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

La normalidad como rutina

La Real gana con la pragmática propuesta de Imanol, que está devolviend­o la seguridad al equipo

- Xabier Isasa Donostia

Es posible que ni siquiera aquella fase de fútbol exquisito, a finales de 2016, con la que la Real enamoró a todo el orbe futbolísti­co fuera normal. A partir de aquellos meses de vals con las estrellas, en cualquier caso, casi nada lo fue en el período de Eusebio al frente de la Real. Tan entregado a su libreto, que le llevó a convivir sólo con los extremos. El equipo más goleado, el equipo más goleador. Ganar bordando el fútbol o ser una vulgaridad sin capacidad para competir. Sin lugar para los grises.

Algo similar ocurre en Las Palmas con Paco Jémez, un pirómano para situacione­s extremas en las que no sólo es casi imposible ser competitiv­o mediante una propuesta cercana a lo suicida, que costaría llevar a la práctica a equipos que técnicamen­te estuvieran exponencia­lmente más dotados que un Las Palmas tan vulgar. Pero nada en Jémez es normal, empezando por su atuendo y sus corbatas, y el que lo eligiera como salvocondu­cto hacia la salvación en Canarias, que asuma las consecuenc­ias. La Real certificó su descenso virtual ganando, precisamen­te, con toneladas de sentido común, con sobredosis de normalidad, las que Imanol ha traído consigo desde que le nombraron entrenador del primer equipo.

La Real ganó un partido que, de aquí al final de Liga, todos tendrán

la obligación de ganar pero que veremos si todos ganan. No superar a Las Palmas, teniendo en cuenta todas las facilidade­s que ofrece el equipo canario, es sinónimo de irse a casa con cara de tonto (ha sumado un punto en las seis últimas jornadas).

Ir a un combate cuerpo a cuerpo, con las mismas herramient­as que emplea Las Palmas, algo que quizás la Real hubiera hecho hace un mes, habría sido igualar las fuerzas en un duelo muy desigual en cuanto a potencial. Imanol recurrió a la vía pragmática.

Un análisis sencillo y certero le llevó al triunfo, siete puntos sobre nueve. Nada es casualidad. La Real recupera la normalidad que debía suponer, a priori, derrotar a Girona y Las Palmas y puntuar en Eibar. Un traje para cada ocasión. Sin adornos, sin excesos, con verdad. Si en Eibar se trató de ser consistent­es en un nervioso debut y ante el Girona se buscó un juego rápido y mucho balón a las bandas y centros, frente a Las Palmas el diagnóstic­o era diáfano: superar la primera línea de presión y correr a su espalda, ante los suicidas espacios que deja el equipo de Jémez, muchas veces condenado a defensas de tres contra tres en campo propio. Por eso Imanol apostó por Canales y Januzaj, en busca de esas transicion­es. El desarrollo del partido le dio la razón, la ineficacia de sus jugadores casi le provocaría un infarto.

Porque ganar ayer para la Real era imprescind­ible. Parte de esa rutina que está provocando que el equipo, de la mano de Imanol, se siente más seguro. Sin excesos, sin corbatas de colores. Con la puerta a cero en tres partidos. Siete puntos sobre nueve posibles. La única verdad del fútbol

El técnico eligió correr a la espalda de Las Palmas, que ofrecía espacios suicidas

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FOTO: QUIQUE CURBELO (LA PROVINCIA) Los jugadores de la Real celebran el gol de Oyarzabal ante una pancarta que refleja a la perfección el ambiente en el que les tocó jugar
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FOTO: QUIQE CURBELO (LA PROVINCIA) David Zurutuza protege el balón ante el acoso de Tana

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