Un baile poco efectivo

La Real, con un poco más de acierto, hubiera podido conseguir un resultado escandaloso, mucho más incluso que el obtenido el pasado domingo frente al Girona (5-0). A nadie le hubiera sorprendido si el conjunto blanquiazul hubiera marcado seis, siete, incluso más goles. Ocasiones dispuso para ello. Muchas, quizá demasiadas para un partido de Primera División, pero es lo que tiene enfrentarse a un equipo como Las Palmas y con el temerario Paco Jémez como entrenador, que terminó con defensa de tres. Sin embargo, la eficacia brilló por su ausencia. El único que fue capaz de perforar la portería de Chichizola fue, como no, Mikel Oyarzabal. Era el minuto 20. Desde ahí hasta el final, la Real se hinchó a generar ocasiones de gol, de todos los colores, pero no hubo manera de que el dichoso balón acabara dentro de la portería defendida por el meta argentino. El último en intentarlo fue Imanol Agirretxe, pero su remate con la cabeza se marchó desviado. Antes que él, Kevin, Januzaj, Willian José, Oyarzabal, Navas, Canales... No hubo manera. Y ya saben lo que pasa cuando se perdona tanto, que toca sufrir. Y eso es lo que le pasó a la Real. Tampoco mucho, todo hay que decirlo, pero Las Palmas, con todo lo mal que lo hizo a lo largo de los 90 minutos, la tuvo, pero Calleri remató a las nubes con todo a su favor. Eso ya casi al final, porque hasta entonces no hubo color. El conjunto canario demostró porqué solo ha sumado 21 puntos y es un claro candidato al descenso. Solo la mala puntería de la Real impidió que se llevara una de las goleadas, no solo del presente campeonato, sino de la historia de la Liga. Tampoco le hizo falta a la Real, que sumó una nueva victoria, la segunda de manera consecutiva después de casi una vida, y dejando de nuevo la portería a cero. El cambio en el banquillo ha surtido el efecto deseado. Nos quedaremos con las ganas de saber qué hubiera pasado si éste hubiera llegado mucho antes