La parroquia se enchufa
Será consecuencia de los resultados y del buen juego y también de la normalidad en el comportamiento y el discurso del entrenador, pero el caso es que esta Real ha vuelto a enganchar a su afición. Y eso tiene un valor extraordinario. El hecho de recobrar esa ilusión y la pasión de la gente es un logro, al margen de que al final alcance para luchar por los puestos europeos, que será muy difícil. Hacía tiempo que Anoeta no rugía tan intensamente, que no animaba de esa manera tan generalizada, que no abucheaba así al entrenador rival -qué pesado es Simeone con el cuarto árbitro-, que no celebraba de manera tan eufórica los goles ni ovacionaba tan vehementemente a los jugadores que salen y entran. Ayudaron el rival y sus connotaciones, la racha y el propio triunfo, además de actuaciones sobresalientes como las de Januzaj y Willian José, pero volver a emocionar y a dar esperanzas a un seguidor que las ha perdido es casi más difícil que volver a ganar partidos. Esto se ha logrado con la llegada de Imanol, la impronta que ha dejado en el equipo y esas declaraciones tan ‘guipuzcoanas’ y humildes con las que es fácil identificarse. “Soy el chico más feliz del mundo. Soy de Orio, de la Real, qué quieres que te diga”, dijo tras arrasar al Atlético. “Me queda grande la Primera División, todo es mérito de los jugadores” o “tengo un plantillón” fueron otras de sus frases, aún agitado por la tensión del partido. Normalidad. Trabajo. Si en algo hay que discrepar, es que quizá no le venga tan grande la Primera, como demuestran los resultados, y que ese “plantillón” también se puede mejorar. Nada se puede descartar en el fútbol, pero si él se autodescarta y no se siente preparado, es absurdo que sea él el que siga. Aunque haya conquistado a todos