Una sombra del Eibar cae en Ipurua
Los armeros quedan descartados para luchar por jugar en Europa ante su imposibilidad de remontar al Getafe en un partido de perfil bajo
Al Eibar generalmente no se le puede achacar nada. Se emplea en cada compromiso como si fuera el último y pone el acento en que no es precisa la belleza para convencer. Al Getafe tampoco se le caen los anillos por reducir el espectáculo a un acto más industrial. El fútbol sólo apto para gente fuerte y jugadores honrados también da puntos y en Ipurua se los llevó el equipo madrileño en una jornada de perfil bajo por parte de ambos contendientes.
No hizo falta que pasara mucho tiempo para saber que era un escrupuloso tratado de pragmatismo. Prohibido saltarse todo lo ensayado entre semana. Los minutos pesaban como losas. Máxima concentración en cada acción, cuidado extremo en cada pase. Arriesgar era arriesgado. La franja de seguridad marcaba el primaveral mediodía de Ipurua. Faltaba angostura en el vermú.
El Eibar se aferraba a Pedro León y Orellana, o sea, a sus dos elementos diferenciales sólo teniendo en cuenta la categoría para embolsar los puntos. El golpeo del murciano o la habilidad del chileno eran los argumentos armeros contra un Getafe férreo, sujetado por un centro del campo que era pura piel curtida: Mora y Flaminí, garantías en cada balón dividido al servicio del grupo. Las florituras, para otra ocasión.
Todo esto quiere decir que no estaba ocurriendo absolutamente nada y que ver el partido no era precisamente un placer. Tenía razón Mendilibar cuando intuía una contienda larga, áspera y dependiente del mínimo detalle. Todo el mundo esperando la inspiración o el descuido. Pues bien, los dos atributos coincidieron en la jugada del 0-1, tranzada por un centro de Fajr, un remate de Olivera y un despiste de Capa. Buen centro, buen cabezazo, defectuosa defensa e inevitable solución: gol del Getafe.
Al Eibar no le hace nada de gracia que le marquen primero porque le cuesta horrores remontar el vuelo. Lo pudo remediar Pedro León en la secuencia de mayor calidad de la primera parte, una fenomenal diagonal de Lombán a la bota del murciano. Guaita, un prodigio con guantes, impidió el empate y Kike García no acertó en el rechace. Fue el único tiro armero.
Susto de Ángel
El fútbol fue escorado a un segundo plano durante un minuto, el 5 de la segunda mitad, tras una involuntaria colisión entre Dmitrovic y Ángel. El portero se asustó y atendió al delantero rival al verle aturdido sobre el césped. No pasó a mayores, el canario, que jugó en el Eibar, se restableció y el público aplaudió con nobleza. Menos mal.
Admitiendo que no le quedaba más remedio, el Eibar se centró en la busca y captura del empate. Quiso atosigar al Getafe mediante la circulación, sin caer en que los de Bordalás viven en su hábitat cuando se dedican a conservar la renta. Como un náufrago feliz ajeno a la civilización.
Pedro León y poco más
Prosiguió Pedro León con su moción de censura a la derrota, con el problema de que la iniciativa era demasiado unilateral. Nadie le apoyaba, salvo Orellana y Diop de vez en cuando. El resto era una sombra del Eibar bajo un sol de justicia. El Getafe estaba cómodo, como si se hubiera tumbado en la hamaca del fútbol, o sea, la victoria.
Mendilibar apeló a la partida de ajedrez para cambiar las tornas. Alejo entró por Juncà, Peña se retrasó al lateral zurdo y Capa se desplazó al derecho. Aplicado e inmisericorde, el Getafe no permitió que las intervenciones tácticas del Eibar tuvieran efecto. El cabezazo de Olivera había dictado sentencia mucho antes: su gol en el minuto 34 estipuló que Europa está muy lejos de Ipurua y quizá no tanto de Getafe, una muralla que no es de quita y pon
El Eibar sólo lanzó una vez entre los tres palos de un prodigio con guantes: Guaita