El chiste de Latre

El Sevilla no necesitaba un médico de urgencia. Se equivocó Pablo Alfaro en su diagnóstico en la entrevista concedida en MD. Necesitaba un agitador de masas, alguien que supiera pinchar en el amor propio de sus jugadores para que estos sacaran la versión más macarra. Y Joaquín Caparrós lo consiguió, sobretodo en un Mercado que sacó a relucir todo ese otro fútbol que maneja a la perfección como buen argentino que es. Ayer no debería haber terminado el partido, pero Jaime Latre también puso mucho de su parte para que los jugadores del Sevilla camparan a sus anchas por el verde del Sánchez Pizjuán. Estaba claro que a la Real le esperaba una caldera, un equipo enrabietado y eso fue lo que se encontró. Pero no se amilanó el conjunto blanquiazul, todo lo contrario. El Sevilla puso el ardor, el derroche, las malas artes, pero la Real puso el fútbol, sobre todo en la primera mitad. No le valió porque se encajó la segunda derrota de la era Imanol, pero hizo sufrir a la grada del equipo de Nervión en el tramo final, sobre todo con ese cabezazo de Bautista, que se marchó arriba, y en esa acción en la que Juanmi acabó por el suelo dentro del área. Jaime Latre ahí se lavó las manos. No quiso saber nada. Todo lo contrario a lo acontecido en la primera jugada de la segunda mitad. Ahí sí que señaló el punto fatídico tras la acción de Diego Llorente sobre Sandro. Ahí no le tembló el pulso. Qué fácil sigue siendo pitarle a la Real. También hay que reconocer que si la Real llegó a ese tramo final con vida lo hizo gracias a la soberbia actuación, otra vez, de Miguel Ángel Moyá. Un porterazo al que solo le pudieron batir de penalti. Banega tuvo que ajustar mucho el balón al palo para que el mallorquín no sacara la pelota. A la Real le tocó, a partir de entonces, remar contra todo y contra todos, pero en ningún momento le perdió la cara al encuentro. No fue suficiente. Derrota y adiós definitivo a ese sueño de alcanzar la séptima plaza