Las heroicidades, para otro momento
La Real claudica en su pelea europea víctima, sobre todo, de su bagaje hasta marzo
La Real decidió, por voluntad propia, jugar buena parte de la temporada sin portero y sin entrenador. Un lastre demasiado pesado como para buscar responsabilidades directas en el partido de anoche en Sevilla al hecho de que una plantilla que jugó de maravilla hace un año, se haya quedado sin opciones europeas a falta de dos partidos para la conclusión del campeonato. Viendo el escenario hace mes y medio, cuando Imanol se hizo cargo de un equipo que era lo más parecido a un cadáver tras perder frente al Getafe, bastante ha hecho con traerlo con vida hasta este punto. Las heroicidades, habrá que dejarlas para un mejor momento.
Lo que la Real había logrado de la mano de su actual entrenador era optimizar el desfibrilador hasta límites insospechados. Lo que exigía la lucha por la séptima posición era poco más que regresar desde el otro lado del túnel, desde allí donde dicen se ve el final de la luz cuando todo acaba. La Real había llegado hasta el final de ese último camino y si llegó ayer resucitada al Sánchez Pizjuán fue por la metamorfosis obrada por Imanol, que hasta ayer había sumado más de dos puntos por partido. No le ha alcanzado para más.
Los partidos tienen vida propia
Es verdad que en medio está el borrón de Málaga y que en el partido de ayer se echó de menos que de la Real se apoderara ese punto de desesperación que suelen tener, por ejemplo, los partidos de vuelta de las eliminatorias coperas. Reforzado en sus postulados futbolísticos, Imanol pareció apostar ayer por llegar a la victoria por la vía más convencional, por un fútbol más racional, por los mecanismos que le han dado el éxito en la mayoría de las jornadas precedentes.
Pero los partidos tienen vida propia y si en Málaga esperó un rival dañado en su amor propio que no estaba dispuesto a firmar un ridículo ante la Real, ayer reapareció en escena ese entrenador tan poco convencional que es Joaquín Caparrós, maestro en el otro fútbol, en no jugar. El Sevilla le ganó con poco a una Real que, sin em-
bargo, no leyó bien algunas de las claves esenciales que incluía el duelo de ayer en Nervión y que, desde luego, poco o nada tenían que ver con un relato futbolístico convencional.
Viendo jugar a la Real con la personalidad que lo hizo en el primer acto y viendo el repertorio exhibido durante gran parte del encuentro por Moyá, lo que verdaderamente da rabia es que la de ayer fuera la última bala de este equipo. Si desde las altas instancias que dirigen este club hubiesen tenido la valentía de tomar decisiones antes, es posible que hoy estuviéramos hablando de un final del cuento bien diferente
Imanol había optimizado al máximo el desfibrilador pero ya no dio para más