Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

Trece notables y un Rey

En la Corte del Atlético todos trabajan para ganar y Griezmann golea para reinar

- Enrique Ortego Lyon

Las finales de Lisboa y Milán no se olvidan, pero en noches como las de ayer pueden aparcarse en la memoria del limbo. Una Europa League, la tercera en ocho años, bien merece la felicidad de vivir el presente y relegar el pasado. La venganza del 86 está servida. Lyon le ha devuelto al Atlético lo que el Dinamo de Kiev le quitó aquel 2 de mayo en Gerland. Luis Aragonés, desde ahí arriba, también suspira tranquilo.

Susurran los que entienden de fútbol que las finales se comienzan a ganar o perder en la pizarra de los entrenador­es y en la elección de los onces titulares. En este caso, en el del Atlético, cualquier equipo que conforme Simeone es un seguro de vida. No da lo mismo, pero casi. Juegue quien juegue, todos saben lo que tienen que hacer en cada momento, todos saben que tienen que sufrir para ganar. Y sufren. Y ganan.

El sancionado Simeone, antes de encerrarse y enjaularse en la soledad del palco privado dispuesto para la ocasión, lejos de su zona técnica del alma, formó un equipo híbrido, corto por la izquierda con un lateral de corto recorrido, Lucas, y largo por la derecha con Correa en lugar de Thomas, pero terribleme­nte equilibrad­o y compensado en todas sus líneas. Un Atleti clásico.

En cualquier caso, un Atleti muy Atleti, muy suyo más allá de los jugadores que vistan su camiseta en cada partido. Aquí el estilista es solo uno. Y él siempre viste de negro. Este equipo de Simeone tiene un armario-vestidor de cien metros con 40 o 50 trajes como el de ayer en la final y todos tienen también el mismo color.

Color oficinista. Sobrio, sin muchos brillos, de corte proletaria, preparado para pasarse 90 minutos, o los que sean menester, corriendo y trabajando. Este equipo del Cholo si no sufre, no disfruta. Ayer, solo los primeros 20 primeros minutos. No es la primera vez que le ocurre. Ni será la última. Es su forma de vivir.

Si no le salen las cosas no se corta las venas. Espera. Sabe que tarde o temprano tendrá su oportunida­d, bien porque se la invente o porque se la regale el contrario. En Lyon tocó la segunda alternativ­a. Allí esta- ba Griezmann para aprovechar la ocasión y firmar, posiblemen­te, el gol más importante desde que viste rojiblanco, y que no fue el último.

Suyo fue también el segundo. Definición de crack. Más bonito y preciso, si cabe, que el primero. El que cerró el partido, el que permitió a los rojiblanco­s disfrutar del resto de la final. Además, a partir de entonces, jugaron bien. Les corría el ba- lón y lo supieron racionar con inte- ligencia hasta el final. Todavía hubo tiempo para que Gabi, el gran capitán, marcara el tercero y cerra- ra la fiesta rojiblanca. Y Torres tu- viera su homenaje particular en- trando en el último minuto por la gran estrella de la noche.

Un reino, una Corte, la del Atléti- co, en la que cada jugador es un no- table y Griezmann es el Príncipe. ¡Qué digo el Príncipe! El Rey. Gloria bendita, que diría Luis Aragonés

Simeone formó un equipo terribleme­nte equilibrad­o y compensado

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FOTOS: SIRVENT/EFE Griezmann fue el héroe del Atlético al convertir dos goles, pero el trabajo colectivo fue otra vez la firma que dejó el combinado de Simeone, ayer en el palco y el Mono Burgos en el banquillo.
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