Resultado: fracaso

Los árboles de un final de temporada ilusionante, con excelentes partidos en Anoeta y momentos emotivos con las despedidas, no deben ocultar el bosque de una campaña decepcionante, en la que sólo ha habido ocho equipos peores. Es verdad que los donostiarras pasaron por encima del Atlético de Madrid, ganaron con cierta facilidad el derbi de Anoeta y antes habían goleado en casa al Deportivo y al Girona, pero no lo es menos que perdieron los dos partidos contra el Málaga -de sus 20 puntos finales, seis, casi un tercio, fueron ante la Real- y ante el Getafe, que se dejaron empatar en feudo propio ante Las Palmas y que ha sido el quinto peor conjunto fuera con sólo 16 puntos de 57 posibles. El puesto 12º no es demasiado extraño en la historia de la Real, las cosas como son. Pero sí es una posición frustrante en una temporada como la actual, en la que el listón de la exigencia era muy elevado. El fútbol del pasado curso y un inicio de campaña demoledor hicieron concebir unas esperanzas que han estado muy lejos de materializarse. El otrora director deportivo incluso citó la posibilidad de ganar títulos y se pilló los dedos por enésima vez. La debacle copera ante un Segunda B como el Lleida y el nefasto partido en Austria, que acabó con la hasta entonces exitosa andadura europea, terminan por manchar un ejercicio cuyo resultado es claro: fracaso. No ha sido una hecatombe, se han visto brotes verdes de personalidad y fútbol al final, ha habido jugadores que han crecido como Aritz, Zubeldia (demasiados pocos minutos para el azkoitiarra), Oyarzabal y Álvaro Odriozola, se acertó con el fichaje (muy tardío eso sí) de Moyá, pero el curso es un fracaso. Y sobre esa premisa hay que reflexionar y construir