Un valor añadido

Decía hace escasas semanas Imanol Alguacil que es mucho más difícil ser entrenador de la Real para alguien como él, de Orio y realista de cuna. No le falta razón. El reto tiene un componente sentimental que, si bien te lleva a sentirlo todo de una manera mucho más intensa y a disfrutar mucho más de los buenos momentos, implica también un mayor sufrimiento en los malos y una dosis de responsabilidad y presión que convierte la tarea en mucho más estresante. Tus amigos y vecinos son al mismo tiempo quienes te juzgan y el hecho de que son muy pocos los entrenadores que acaban bien y muchos los que terminan mal provoca que muchos técnicos rehúyan de la posibilidad de entrenar al equipo de su tierra. El último ejemplo es el del propio Alguacil que en ningún momento quiso plantearse su paso por la Real como algo que no fuera coyuntural. Garitano sí que ha aceptado la batalla de ser profeta en su tierra y, pese a todo lo que conlleva para él, tener al frente del proyecto a alguien de la tierra es, sin duda, un valor añadido para el club. Nadie mejor que un guipuzcoano para entender la trascendencia que tiene para la Real la cantera. Nadie mejor que alguien de Bergara que se acercaba a Atotxa con su aita para ser consciente de que la fuerza de este club está en lo que presenció el sábado en Zubieta en el Sanse-Fuenlabrada. Nadie mejor que alguien de la Real para saber que aquí fichar a ocho futbolistas nunca fue un atajo válido hacia el éxito, sino que este se encuentra en garantizar el relevo generacional trabajando la cantera. Y para lograr ese objetivo fundamental para el club realista hace falta alguien valiente, como lo ha sido Asier al aceptar un reto tan exigente como el que ya tiene sobre la mesa