La nueva convivencia
La Real camina hacia una fórmula en la que la capacidad de ensamblarse de todos los agentes externos que participen en la misma será decisiva
La Real se encuentra en pleno proceso de inauguración de una nueva era en su apartado de dirección deportiva. A falta de una confirmación definitiva de quiénes serán todos los integrantes del nuevo organigrama técnico, no sólo en el banquillo sino también en los despachos, a la incertidumbre que siempre acompaña a todo proyecto que empieza de cero, en la Real se le une el hecho que el club blanquiazul parece apostar por un planteamiento diferente. Una idea alejada de los modelos más clásicos del fútbol actual en el que el entrenador al que se contrata llega acompañado de sus técnicos de confianza o, a lo sumo, acepta un colaborador de la casa para labores, a priori, más secundarias.
Asier Garitano, sea por convencimiento o porque no está en disposición de exigir grandes cosas, acepta este modelo que le plantea la Real para dirigir el equipo. La fórmula exigirá a todos los que participen en la misma ensamblarse con una serie de agentes externos si se pretende que el equipo, el día a día y, por añadidura, el rendimiento se engrase de la forma óptima que permita alcanzar los resultados. Cuando un cuerpo técnico lo único que hace es trasladar su metodología de trabajo de un club a otro, el éxito depende casi exclusivamente de la capacidad que tengan esos entrenadores de llegar y convencer al futbolista. La Real, en un momento en el que además afronta un relevo generacional incuestionable en la plantilla, apuesta por algo diferente, más exótico y ambicioso si se quiere, que busca profundizar en el método, el juego y el entrenamiento con el resultado como telón de fondo.
Falta ponerle cara y ojos a todos los agentes que van a protagonizar este nuevo capítulo en la historia de la Real. El primero en aparecer en escena fue Roberto Olabe y esta semana hemos podido conocer a Garitano. Con la ligereza con la que hay que emitir un diagnóstico tras apenas un par de encuentros, uno público en su presentación y otro algo más íntimo, en la entrevista que hoy pública este diario, se ha podido obtener un primer trazo del perfil del nuevo entrenador. El primer contacto no puede ser más agradable. Superados los nervios de la primera puesta en escena, en el cara a cara se muestra como un tipo cercano, directo, sencillo y normal. Una característica en desuso, y en ocasiones parece que hasta denostada, en este fútbol actual en el que muchos de sus protagonistas adornan su día a día de un artificio, a veces impostado hasta en la forma de hablar, para dar trascendencia a algo que, al fin y al cabo, no es más que fútbol.
Garitano, en ese sentido, parece un tipo de la calle, uno de los nuestros. Un chaval que jugaba a pelota en el ‘kontzejupe’ de la iglesia en Bergara, que nació para el fútbol en Atotxa porque su ídolo era ‘Gaztelu’, el mejor del pueblo, que abraza un sueño entrenando a la Real y que habla un idioma común. Sin adornos. Un léxico, que es el de la mayoría de la gente a la que representa, que está por ver cómo encaja con todos los profesionales de los que le van a rodear, cuyos perfiles invitan a dudar, cuanto menos, de si manejan el mismo dialecto que Garitano que, no lo olvidemos, debería de ser quien tenga siempre la última palabra porque sino empezará muy mal esta nueva convivencia de cuyo éxito va a depender en gran medida el éxito de la Real