Krasnodar, cuatro años después
Esta localidad al Norte del mar Negro supuso el principio del fin para Jagoba Arrasate en la Real y ahora se ha llevado por delante a Julen Lopetegui
La gran mayoría del fútbol patrio ha descubierto esta semana que en Rusia existe una ciudad que se llama Krasnodar. El polvorín en el que se ha convertido la selección española le ha puesto nombre y apellido a este enclave, al sur del país y al norte del mar Negro, que para todos los aficionados de la Real ocupa desde hace mucho más tiempo un lugar en ese espacio reservado para las peores pesadillas en clave txuri urdin.
Julen Lopetegui ha saltado por los aires de la selección española en el mismo lugar en el que hace cuatro años Jagoba Arrasate firmó su sentencia de muerte como entrenador de la Real. Sólo tres días después de ser eliminados por el Krasnodar en la última previa de la Europa League 14/15, los txuri urdin goleaban al Real Madrid (4-2) remontando un 0-2 en Anoeta pero aquello sólo prolongó la agonía de Arrasate en el banquillo blanquiazul. Dos meses después, el técnico de Berriatua era destituido tras perder contra el Málaga en casa (0-1), si bien el origen de todo estuvo en Krasnodar, una debacle europea que nadie en el entorno de la Real fue capaz de asimilar.
Algo similar, en términos de digerir una mala noticia, ha ocurrido estos días en Rusia, aunque las consecuencias han sido mucho más inmediatas y, desde luego, mucho más radicales. Lopetegui entendió, con mal criterio, que aceptar el cargo de entrenador del Real Madrid a la vez que dirigía a la selección española no iba a tener efectos colaterales pero en apenas 24 horas estaba fuera del puesto.
La verdad de lo ocurrido, todas las claves, sólo las conocerán los protagonistas directos de la historia pero desde fuera, aunque nos puedan faltar datos, la operación parece, cuanto menos, un tremendo error de cálculo. Un ejemplo más de que los profesionales del fútbol toman decisiones, en muchas ocasiones, sólo en base a sus intereses lo que, en este caso, por el eco exponencial que adquiere todo lo que ocurre en una materia tan sensible como la selección española o un Mundial, ha terminado por volvérsele en contra al de Asteasu. Un dulce contratiempo, en cualquier caso, ya que el exportero dijo el jueves en Madrid, 24 horas después de ser destituido como seleccionador, estar viviendo el día más feliz de su vida.
Por mucho que se pueda dar por buena la teoría de que Lopetegui era capaz de dirigir con profesionalidad los designios de la selección y después incorporarse al Madrid y por mucho que, efectivamente, al guipuzcoano no se lo han permitido y, por tanto, poco se le puede reprochar en ese sentido, la imagen de verle presentado como si nada hubiera ocurrido como entrenador del Real Madrid sólo 24 horas después de estar enfundado en el chándal de la selección, tiene mucho de surrealista. Y de esa falta de cercanía que el profesional del fútbol tiene con la realidad. Lopetegui tendrá sus razones, pero es difícil que un porcentaje elevado de los seguidores de a pie puedan digerir con normalidad que un seleccionador español, a poco de debutar en un Mundial, acepte ser entrenador del Real Madrid y que en 24 horas sea capaz de cambiar el chip con tanta facilidad.
Cuatro años después de que Krasnodar se llevara por delante a Jagoba, hizo lo propio con Lopetegui en la selección. Julen ha encontrado un acomodo mucho más poderoso, el más potente del mundo seguramente, que un Arrasate que, en cualquier caso, sigue haciendo su camino pese a que fue denostado en el entorno realista. Hoy, seguramente, se quedará a las puertas del ascenso tras haber hecho con el Numancia un campañón que quizás pueda abrirle las puertas de un club con más posibilidades. No será el Madrid de Lopetegui, pero el vizcaíno sí ha demostrado que tal vez pueda hacerse cargo de un conjunto con más recursos que el Numancia