De la fricción al divorcio
Auna de las mejores temporadas en la historia de la cantera de la Real le ha seguido una de las mayores revoluciones estructurales en la historia del club. Está por ver cuál es el resultado de esta nueva forma de trabajar que ha puesto en marcha Roberto Olabe absolutamente respaldado por Jokin Aperribay, último responsable de este giro metodológico que ha dado la entidad. Para comprobar los efectos del mismo, en cualquier caso, habrá que esperar a un prudente medio plazo, una paciencia que el aficionado medio no suele gastar en exceso. Sobre todo porque la Real deja atrás un modelo que funciona. Es evidente que hay que adaptarse a cada época, que no conviene quedarse atrás y que toda optimización en el método nunca puede ser desdeñada. No es menos cierto que a veces cuesta digerir determinados cambios de dirección, sobre todo ante la certeza de que lo que se ha hecho hasta ahora ha sido un éxito. Si en ese proceso de asimilación de los nuevos procesos hay que aprender a convivir con términos como ‘fricción’ o ‘discusión’ porque son óptimos para que el club, su trabajo de cantera y su ambición sigan creciendo, será obligado hacerlo. Estar abierto a ello no está reñido, en cualquier caso, con no verle el sentido, por ejemplo, a que un entrenador como Aitor Zulaika, que ha demostrado su valía en los banquillos, haya sido relegado a ayudante de la Real C o a que le hayan nombrado coordinador del segundo ciclo formativo, cuando Zulaika, ante todo, es entrenador. O a que, por mucha fricción que puedan generar, Garitano, De la Barrera y Ansotegi sean vistos, de antemano, como cuerpos extraños necesariamente obligados a congeniar para que esto funcione. No sea que la fricción termine en divorcio