‘Diego para rato’ y el vino, mejor tinto
Hungría, mediados del mes de agosto. La albiceleste había convocado por primera vez a Messi para jugar un amistoso, charlábamos en el hotel, Leo intentaba que cambiase mi percepción personal sobre Maradona. “No sabes las veces que habré visto el partido contra Inglaterra... a nosotros no nos interesa lo que haga Maradona sino lo que nos ha dado”. Tenía Leo dieciocho años.
Ahora seguramente le pasará como a todos los argentinos que asistieron al bochornoso espectáculo que dio Diego desde un palco vip del estadio en San Petersburgo: que la pena tapa la vergüenza.
Se mareó. Lo explicó después. “A mi me gusta el vino tinto y en el palco sólo había blanco”. Y bebieron unas copas y se pasó. Y el ma- reo no era una descompensación, ni una bajada de tensión. Pero las redes sociales se volvieron incendiarias y corrieron audios que desvelaban primero que Maradona estaba en el hospital - y era falsopero peor aún, que habría muerto y esperaban para hacerlo oficial. Una locura de tal calibre que obligó al periodista Daniel Arcuzzi, íntimo amigo de Diego, a colgar el audio que le había enviado Maradona: “Te juro por mi mama, por Benjamín, por Dieguito Fernando, te digo otra cosa que en el box servían vino blanco, loco, nos tomamos dos vinos, nadie puede decir que Maradona estuviera bebido, desmientelo (y su voz decía lo contrario)”. Un comunicado oficial en redes mas tarde: “Quiero contarles que estoy bien, que no estoy ni estuve internado. En el entretiempo del partido con Nigeria me dolía mucho la nuca y me revisó un médico que me recomendó que me fuera a casa pero yo quise quedarme .... Les mando un beso a todos, perdón por el susto y gracias por el aguante, hay Diego para rato!”.
En Argentina no les sorprende ni los bailes, ni las peinetas, ni sus expresiones, ni que se tambalee, ni sus excesos con la droga o el alcohol, les da pena que el ídolo que marcó la vida de cada uno de ellos no sea capaz de animar a la selección sin caer en el desfase. Los que no somos argentinos sentimos más vergüenza que pena