Carta abierta a Fernando Hierro Fernando, haz lo que tengas que hacer, sin miedo
Querido Fernando, escribo estas líneas desde la amistad, confianza, consideración, franqueza y respeto que creo que nos deparamos desde hace bastantes años. No es cuestión de sacar el termómetro para medir con exactitud el alcance de la relación, pero por mi parte es suficiente como para trasladarte unas palabras y unas reflexiones públicas a 48 horas de que dirijas el partido más importante de tu carrera como entrenador.
Para empezar, espero y deseo que no sea el último. Que por lo menos, haya otro de cuartos. Y, puestos, otro de semifinales. Y ya que te remangaste y aceptaste el balón caliente que te pasó Luis Rubiales cuando despidió de mala manera a Lopetegui, ¿por qué no?, que te metas en la final. Será ‘tu’ final, la de Julen y la de todos y cada uno de los futbolistas y técnicos, de antes y ahora, que tienes a tu lado.
Las primeras fases de esta epístola podrían parecer un consejo, pero son más una peticióndemanda-súplica: Fernando, sé tú mismo. Escucha y oye -no es lo mismo-. Observa y mira -tampoco es igual-. Piensa y dialoga. Pregunta y duda… pero no tengas miedo. Haz en todo momento lo que creas que tienes que hacer. No pienses en nada, ni en nadie más. Ni en los jugadores, ni en tus jefes federativos, ni en los medios de comunicación. Piensa en el equipo. En tus ideas y sensaciones.
Tú eres el único que tienes la potestad de elegir el once titular, y realizar los tres cambios en el momento que consideres oportuno –el otro día tardaste un poco más de la cuenta-. Sólo tú puedes decidir el sistema y el desarrollo táctico. Hazlo. No pienses lo que pueda sentir o decir Fulanito si le sientas en el banquillo. Y si son tres los Fulanitos afectados, -no creo que hagas muchos más cambios, eso si llegas-, que tampoco te importe. Ya lo decía Juan Carlos Lorenzo, aquel técnico argentino que llevó al Atlético a la final de la Copa de Europa contra el Bayern (1974). “Entre bomberos no nos pisemos la manguera”. Tú fuiste bombero capitán y de los buenos antes que ellos.
Si tienes que pasar del 4-3-3 al 4-2-3-1. O jugar con dos delanteros. O con tres defensas –ya sé que no te gusta mucho-, adelante. En cualquier caso, estoy convencido que España bajo tu dirección será siempre un equipo reconocible, que atacará, tendrá el balón y ocupará el campo contrario para estar lo más cerca posible del área enemiga. Ya lo avisaste el otro día. No te van a encontrar nunca con una pancarta en la que el músculo, y no la técnica, vaya a ser el lema identificativo de tu manera de entender este juego llamado fútbol.
Además, los jugadores que ahí tienes son de ese mismo corte. Del que te gusta. Vinieron al mundo para pelotear con un estilo determinado que debe estar muy por encima de los dos malos partidos contra Irán y Marruecos. No olvides que ellos -algunos ya son mayorcitostambién tienen su responsabilidad y posiblemente mayor que la tuya que acabas de llegar.
Ni por un momento intentes calibrar lo que podría suceder en caso de derrota. No malgastes energías en ello. Ni siquiera mires al horizonte más allá de Rusia. Llegarán los cuartos. Y las semifinales. ¿Por qué no? El camino en el cuadro es una invitación personal e intransferible. Más adelante, para la final, hablamos. Y si no tienes tiempo, una final es una final, te escribo otra carta engolada de estas, cargada de tópicos mensajes que tú dominas desde la experiencia del líder de vestuario que fuiste, pero que conviene tener siempre presente cuando ahora eres el jefe, pero no juegas.
El del domingo es el partido de tu vida y tienes que hacer honor a tu apellido. Si aciertas o te equivocas que sea por convicción propia, no por influencias malignas o bulas mal interpretadas. Todos son muy buenos hasta que no demuestran lo contrario. Y el lugar para demostrarlo es el césped. No en las estadísticas, en los highlights o en las crónicas del pasado
Escucha, observa, pregunta, duda… pero sólo tú puedes hacer el equipo, los cambios, elegir el sistema y desarrollar la táctica