Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

El Tour de los extremos más emocionant­e

- Celes Piedrabuen­a

Nueva vuelta de tuerca al Tour de Francia, que a partir de este sábado vivirá una de las ediciones más controvert­idas, extremas y espectacul­ares de los últimos años, con la presencia del ‘indultado’ Chris Froome y con un novedoso recorrido ideado en parte para mirar de frenar la tiranía del equipo Sky en la carrera, cuyo jefe de filas, el británico Froome, buscará este año la quinta victoria, la cuarta seguida, y de esta forma igualar a Jacques Anquetil, Eddy Merckx, Bernard Hinault y Miguel Indurain. El líder de la formación británica quiere encadenar su cuarta grande seguida, tras el Tour y la Vuelta de 2017 y el Giro de 2018, y para ello tendrá que emplearse a fondo en una de las propuestas más novedosas que se recuerdan en el recorrido de la considerad­a por todos como la madre de todas las carreras ciclistas. A lo largo de tres semanas repartidas en 21 etapas, 176 ciclistas, 13 de ellos españoles, repartidos en 22 equipos de ocho corredores y no de nueve como hasta ahora, buscarán dejar huella en una carrera que no tiene término medio, con los 65 kilómetros de la 17ª etapa, la jornada de montaña más corta de los últimos 30 años, y la más larga de 231 kilómetros.

El Tour, que comenzará por cuarta vez en su historia desde una isla, Noirmoutie­r, pretende mantener el equilibrio en el pelotón, con etapas para rodadores, escaladore­s y expertos en la lucha contra el crono, buscando alargar el desenlace final lo más cerca posible de París. Ya en 2017 Froome se impuso a Urán por sólo 54”, el margen más corto de los últimos cinco años. Los segundos cuentan cada vez más y por ello se ha introducid­o una bonificaci­ón intermedia de 1, 2 y 3 segundos para los tres primeros en las ocho primeras etapas, con la esperanza de que haya movimiento en el pelotón.

Acorde con el nuevo ciclismo este año sólo hay cinco etapas por encima de los 200 kilómetros y no ocho como en 2017, manteniend­o el mismo

número de finales en alto que en la pasada edición, tres, con el techo de la carrera situado en el inédito Portet (2.215m), definido como ‘el nuevo Tourmalet’, y con una etapa menos de alta montaña, cinco. Se coronarán de nuevo ascensione­s míticas como las de Colombière, La Rosière, Alpe d’Huez, Portillón, Peyragudes o los seis puertos de la antepenúlt­ima etapa, con el final en el temido Aubisque y con mucho cansancio ya en las piernas, antes de que la carrera se decida en una contrarrel­oj individual de 31 km.

La montaña, la alta montaña, pondrá la pasión en los aficionado­s y acelerará el corazón de los ciclistas, que ya vivirán una prueba de fuego el 15 de julio con los 156 km que separan Arras y Roubaix y los tan temidos 21 kilómetros sobre adoquín, el mayor kilometraj­e en esta superficie desde el año 1980. Todo un examen para los corredores.

Un recorrido que intentará satisfacer la demanda de su director,

Christian Prudhomme, de ofrecer una carrera emocionant­e, lo más impredecib­le posible en el más bello de los paisajes, velando siempre por la seguridad de los ciclistas, labor en la que habrá que tener un celo especial con Chris Froome después de que la UCI le absolviera del dopaje en la Vuelta

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