El reto de las 21 curvas de Alpe d’Huez
La etapa de hoy despide a los Alpes. Nuevo final en alto y por primera vez se rueda a más de 2.000 metros
Si antes de la disputa de la etapa de ayer se daba como decisiva la subida a Alpe d’Huez, ésta adquiere después de lo ocurrido en la estación de esquí de San Bernardo una importancia capital. El segundo final en alto consecutivo de la 105 edición del Tour vivirá una de las ascensiones más clásicas de la carrera gala, la de Alpe d’Huez, con la que se pondrá final a la trilogía de etapas alpinas. Muchas son las ascensiones típicas en la madre de todas las carreras ciclistas, pero sólo hay un puerto que se le conoce por sus curvas de herradura, nombradas en orden decreciente desde el número 21: Alpe d’Huez.
Pero antes de completar la subida final del día, los supervivientes del Tour tendrán que ascender tres puertos previos: el Col de la Madeleine (de categoría especial en el km 53,5 de la etapa; 25,3 km al 6,2%), el Lacets de Montvernie (de 2ª en el km79,5 de la etapa; 3,4 km al 8,2%), y la Croix de Fer, en el km 121 de la etapa (de categoría especial, 29 km al 5,2%), para empezar un descenso vertiginoso de 38 kilómetros que les llevará a los pies de la última ascensión a Alpe d’Huez: 13,8 km al 8,1%. Una cima la de Alpe d’Huez que ha visto la victoria de grandes ciclistas –Coppi, Bugno, Pinaut o Pantani– y en la que sólo han ganado tres españoles: los vizcaínos Federico Etxabe (1987) e Ibán Mayo (2002), y el madrileño Carlos Sastre en 2008.
Escenario ideal para que sucedan muchas cosas y para que de nuevo se viva un gran día de ciclismo