Capitanes intrépidos
Capitanes intrépidos’ es el título de una magnífica película de 1937, basada en una novela de Rudyard Kipling, en la que se narran las aventuras de un caprichoso niño de familia bien (Freddie Bartholomew) que tras caer al agua desde su lujoso trasatlántico es rescatado por un humilde pescador (Spencer Tracy) en su barca que le enseña a lo mucho a lo que obliga la vida en alta mar. La jerarquía proporciona unos derechos añadidos, pero a la vez impone unos deberes en todos los órdenes profesionales. El fútbol no escapa a ese principio, en un día en el que precisamente las capitanías concedidas fueron una de las noticias del viernes balompédico. En Manchester, Mourinho, siempre maquiavélico, le hizo un regalo envenenado a Pogba: le puso el brazalete, lo que traducido exige al crack a pensar más en lo colectivo que en su caso personal, cuando su anhelo de jugar en el Barça era un secreto a voces. Hábil maniobra del técnico para camelarse al francés ante la ausencia absoluta de los fichajes solicitados. También en el Barça se adjudicaron galones. Ascendieron en el escalafón Piqué y Sergi Roberto. Del segundo puede decirse que es un mensaje al corazón de La Masia, de alguien que desde la prudencia y la aversión al ruido ha pasado por todos los estadios, incluso el de no jugar, para llegar a lo más alto. Su nuevo cargo le obligará a partir de ahora a poner algún día cara de mala leche, que no se la conocemos. Va en el lote de su estrenada responsabilidad.
De Piqué, en cambio, podría decirse que ‘al fin’ subió a capitán. Se le esperaba mucho antes. La paradoja es que lo logre el mismo verano en que el nuevo jefe de vestuario produjo ‘La decisión’, que escenificó frívolamente la pérdida de uno de los fichajes estratégicos para el club del que ya es capitán. El brazalete es la imagen del equipo. Lo demostró Puyol aquel día en el que separó a Alves y Thiago cuando festejaban bailando el enésimo gol en Vallecas. Eso es ser un capitán intrépido