Un jugador único

La Real comenzará la Liga al igual que hace dos años, habiendo evitado el mayor golpe a la línea de flotación que podría recibir en la actualidad: perder a Mikel Oyarzabal, el mejor futbolista de la plantilla teniendo en cuenta la relación símbolo, potencial y porvenir. El eibartarra ratificó ayer, firmando hasta 2024, su incuestionable compromiso con la Real. Hasta el momento. Por supuesto. Entre otras cosas porque nadie puede saber qué ocurrirá en el futuro. A todos nos encanta ejercer de pitonisos y caemos en el recurso fácil de decir que Oyarzabal renueva por la Real porque cree que en temporadas venideras podrá salir hacia un grande de verdad y optar a ganar más dinero, Ligas y Champions. Es indudable que puede suceder pero, ¿y si estuviéramos ante un caso excepcional que no sólo quiere emular a Xabi Prieto heredando su dorsal? Es tan ingenuo validar esa hipótesis en el caso de un jugador de la talla, a sus 21 años, de Oyarzabal como innegable que en las dos ocasiones que ha tenido de marcharse, ha redoblado su compromiso con la Real, renovando como txuri urdin. Sí, ha pedido más dinero, claro. Pero se ha quedado, aún y todo, muy lejos de lo que podría ganar desde ya en el Athletic. Todo apunta a que, en el futuro, podrá optar a esas cifras pero incluso es razonable dudar de si alguna vez alcanzará el estatus que le permita cobrar lo que le ofrecían ya en Bilbao. Hay muchos jugadores, por muy buenos que sean, que nunca llegan a esos salarios. Si en los próximos seis años alguna vez alcanza el nivel que le permita recibir otra oferta similar y la acepta, será porque se va a jugar al más alto nivel mundial. Mientras tanto, la Real seguirá disfrutando de un jugador único que se queda en casa, sobre todo, porque es de la Real