La flor hay que regarla
E E s mejor jugar mal y ganar que jugar bien y perder. Sea la primera jornada o la última. Parece un axioma difícilmente contrarrestable. Es fútbol y se trata de vencer. Podemos articular mil reflexiones en torno al juego de la Real en Vila-Real y las interpretaciones son diversas, pero lo único tangible es que volvió con sus tres primeros puntos porque marcó un gol más que el oponente. Por fallos groseros del rival. Sí, pero quizá también por un esfuerzo titánico de 90 minutos y un buen orden cuando peor se pusieron las cosas. Garitano hizo cosas para invocar al triunfo. Presión adelantada inicial, tratar de cerrar las incorporaciones de sus laterales, meter a Juanmi por Pardo cuando vio el partido estabilizado y creía que el malagueño podía explotar los espacios, acumular defensas al final con 1-2... Actuar en función de lo que veía, vaya. No todo salió bien. El final fue agobiante, con el equipo asfixiado en su área, aunque los jugadores dicen que estaban cómodos en ese repliegue, que sólo sufrieron en las ocasiones que trataron de estirarse y les pillaron a la contra. El Villarreal pudo empatar y no lo hizo porque a Trigueros le dio por chutar el balón a Burriana con Rulli batido y porque el argentino tuvo una tarde inspirada y parapetó con el brazo un intento de Ekambi. Garitano se llevó la flor al Estadio de la Cerámica, pero debe regarla. Cuesta recordar jugadas trenzadas de la Real, cierta jerarquía con el balón. Falta contenido dentro del terreno de juego, fútbol en definitiva, aunque es seguro que se busca mejor con tres puntos en la buchaca en uno de los campos más complejos de la categoría. Eso no se puede obviar. Al margen de la jardinería, más que preocupar ese juego un tanto vacío, ilusiona que la Real gane hasta cuando juega así