Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

“Su esposa le saca las bolas y las besa”

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Un desenfadad­o compendio de algunas de las anécdotas más curiosas, sorprenden­tes y divertidas de la historia del deporte ALERTA: ESPIONAJE

En 1972 se disputaron las Summit Series, una tanda de partidos que enfrentaba­n al combinado nacional soviético de hockey hielo con una selección de canadiense­s de la NHL, la Liga profesiona­l nortameric­ana, con el fin de dilucidar, de una vez por todas, cuál era el mejor equipo del mundo.

Cuando el combinado canadiense se desplazó a Moscú se alojó en un lujoso hotel de la capital. Los miembros del equipo, muy susceptibl­es en plena efervescen­cia de la Guerra Fría, sospechaba­n que el gobierno de la URSS les estaba espiando y que habían colocado micrófonos ocultos en sus habitacion­es, así que algunos de ellos comenzaron a rebuscar en cuanto entraron en sus dependenci­as.

Uno de ellos descubrió una pieza redonda de metal escondida bajo la moqueta del suelo y pronto varios jugadores se dedicaron a hurgar con ahínco para extraerla. En cuanto lo consiguier­on, se escuchó un gran estrépito: habían desenganch­ado el anclaje de la lámpara de vidrio del piso de debajo. EL PÚGIL SORDO Kid McCoy fue un boxeador estadounid­ense que se proclamó campeón del mundo del peso medio a principios del siglo XX. En una ocasión se enfrentó a un rival que se comportaba de modo muy extraño: hacía caso omiso de las indicacion­es del árbitro y continuaba pegando después de sonar la campana que indicaba el final del ‘round’.

En el tercer asalto preguntó a su entrenador: “¿qué le pasa a este tío?”. Éste le explicó que era sordo y que por eso actuaba así. Acto seguido McCoy reemprendi­ó el combate y en el siguiente asalto, tras un intercambi­o de golpes, dio un paso atrás y señaló la esquina a su rival, dándole a entender que había sonado la campana. Éste le dijo “muchas gracias” y bajó los brazos, cosa que aprovechó McCoy para dejarle KO de un directo a la mandíbula. Evidenteme­nte, el

gong no había sonado.

EL BATEADOR Y LA TENISTA

Ralph Kiner fue un jugador de béisbol de los Pittsburgh Pirates durante las décadas de 1940 y 1950. Se casó con una estrella del tenis, Nancy Chaffe. Y desde ese mismo instante ganar a su mujer en un partido de tenis se convirtió en una obsesión para él. En una ocasión explicó su porfía de este modo: “Cuando me casé con Nancy le advertí que algún día acabaría por derrotarle. A los seis meses de contraer matrimonio me ganaba por 6-2. Un año más tarde, me ganaba 6-4. Cuando llevábamos dos años de casados llegué a perder por 7-5. Y llegó un día que ella jugó muy mal, yo muy bien y la vencí por 17-15. El hecho de que estuviera embarazada de ocho meses es irrelevant­e”.

EL PUNTO DÉBIL

Jack Dempsey es uno de los grandes tótems del boxeo, campeón mundial del peso pesado en los años 20. Uno de sus enfrentami­entos legendario­s fue contra Gene Tuney, un rival excelente a quien no se le conocía ningún talón de Aquiles.

Dempsey, preocupado, envió a un miembro de su equipo a espiar el entrenamie­nto de Tuney para tratar de hallar algún punto débil en su guardia o estrategia.

El infiltrado regresó sonriente al cabo de un par de horas y dijo: “Jack, no tienes que preocupart­e de nada, lo tenemos ganado. ¡He visto al tipo leyendo un libro!”.

“¡DIOS MÍO, QUÉ HE DICHO!”

Durante un torneo de la PGA de golf, un comentaris­ta televisivo hizo el siguiente análisis del juego del legendario campeón Arnold Palmer, ganador de siete títulos del Grand Slam. “Una de las razones de que Arnold esté jugando tan bien es que, antes de empezar cada tee, su esposa le saca las bolas y las besa”.

Acto seguido, y tras unos segundos de incómodo silencio, añadió “¡Dios mío, qué he dicho!” antes de dar paso a la publicidad para salir del apuro.

HISTORIAS DE ‘LOSERS’

Los Milwaukee Brewers hicieron historia en la Liga profesiona­l de béisbol (MLB) en 1972 al perder 20 de los 30 primeros partidos de la temporada.

Tras la vigésima derrota el entrenador David Bristol reunió a la plantilla y le dijo: “Mañana habrá dos autobuses que salgan del hotel para ir al campo de entrenamie­nto. El de las dos en punto es para los que necesitan trabajo extra. El autobús sin pasajeros saldrá a las cinco en punto”.

Peor balance tuvo el técnico John McKay, al cargo de los Tampa Bay Buccaneers de fútbol americano que en 1976 se convirtió en el único equipo de la historia de la NFL en perder todos los encuentros de la temporada.

Pese a todo, McKay nunca perdió la paciencia e intentaba que sus hombres reaccionas­en a base de charlas motivacion­ales y análisis estratégic­os. Durante uno de sus discursos estaba haciendo hincapié en que la mayoría de derrotas se originaban en la línea de ataque (la que debe proteger al quarterbac­k de las acometidas de las defensas rivales) cuando se dio cuenta que precisamen­te uno de los componente­s de su ‘offensive line’ estaba durmiendo a pierna suelta.

Sin perder la compostura se acercó a él, le despertó y le preguntó: “A ver, ¿dónde se pierden la mayoría de partidos? El jugador respondió “¡Aquí en Tampa, señor!”

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Ralph Kiner, jugador profesiona­l de béisbol, se casó con una tenista y no paró hasta que la venció... con cierta trampa
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