Al pepinazo le falta la guida
Soberbia volea de un Illarra en pleno preceso de adaptación al nuevo estilo
Siendo tan dilatada su trayectoria, normal que John Benjamín Toshack haya concitado toda clase de reacciones. El galés siempre arrastró innumerables admiradores e ingentes detractores. El único acuerdo es que nunca dejó indiferente a nadie. Por ejemplo, cuando una vez soltó que irse al descanso con un 0-2 a favor era un peligro. Como si nunca lo hubiera experimentado, Asier Illarramendi maldecía el empate, juraba en arameo mientras el balón se introducía manso, como haciendo daño sin querer, en la portería de la Real.
Illarramendi sabe de fútbol y seguro que fue un acto reflejo. Todos los indicios apuntan a que, en su foro interno, veía venir el extravío de dos puntos. No parece egoísta y su gol, para entonces, había pasado a un segundo plano. Y eso que fue una factura de las que no se olvidan. Una soberbia volea ejecutada como mandan los cánones.
En su aprendizaje, Illarra ha progresado viendo puerta. Se ha quitado la venda del gol. Se podía decir que incluso ahora marca con cierta naturalidad. Como si fuera un arte de andar por casa. En Leganés siguió y leyó la jugada de Zaldua, el rechace de Juanmi y, la madre del cordero, el remate.
Cuando el balón merodeó sus dominios, Illarramendi se puso rígido, el cuerpo vertical, no dejó que el balón botara y le propinó una patada a la primera, sin las contemplaciones que dentro del área no van a ninguna parte. Como lo hizo en la tierra de los pepinos, se le podría denominar un pepinazo. Un zurriagazo inapelable, en definitiva, que significaba el momentáneo 0-2.
Sin intervenir al final
La noche pintaba idílica. El partido se ponía precisamente al gusto de un equipo que está modificando sus automatismos. Dentro de una comodidad, en este caso la del resultado, la asimilación de nuevos conceptos es más llevadera e Illarra es generalmente un alumno muy formal. Uno de esos que predica con el ejemplo.
El mutrikuarra se encuentra en pleno proceso de adaptación a su nuevo status. Nunca hasta ahora había sido primer capitán del equipo y, en cuestiones puramente futbolísticas, no tiene que obedecer a las mismas órdenes que antes. El estilo de la Real es nuevo. En apariencia más heterogéneo y todos, incluido Illarra, se tienen que mimetizar.
Illarramendi disimula las carencias tácticas que pueda estar acusando por la inmensa categoría que atesora. En Butarque la sacó a relucir durante algo más que un cuarto de hora. Al compás de todo el equipo, salió al campo con hambre de victoria. Y como el resto de sus compañeros, sació su estómago con el empate que veía venir. Illarra y los otros diez tenían interiorizado que el Leganés iba a empatar. Porque una cosa es defender con convencimiento como en Villarreal y otra por obligación, como en Leganés.
Illarramendi se lució con su golazo apenas apareció más. Su contribución vale un punto. No puedo intervenir para lograr los tres