Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

Chusovitin­a, la mamá entre niñas

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El pasado jueves, una gimnasta de Uzbekistán se hizo con la medalla de plata en salto en los Juegos de Asia, en Yakarta. La derrotó por una décima de punto una niña de 16 años surcoreana, Yeo Seojeong. Nada anormal, excepto que Yeo nació diez años después de que su rival consiguies­e su primer oro olímpico... en Barcelona’92.

Esa mujer de 43 años que rebate las leyes físicas de la gimnasia femenina se llama Oksana Chusovitin­a, lleva siete Juegos Olímpicos a sus espaldas y quiere competir en Tokio 2020, unos Juegos a los que llegaría con 45 años. No ha habido otro caso igual de longevidad en la gimnasia, un deporte que elevó a niñas preadolesc­entes (Olga Korbut en Munich’72, Nadia Comaneci en Montreal’76) a la Oksana Chusovitin­a tiene 43 años, siete Juegos a sus espaldas y un hijo de 19 que superó la leucemia. Su longevidad deportiva rebate las leyes de la gimnasia categoría de mitos y que sigue respondien­do al estereotip­o de deporte ajustado a la elasticida­d y flexibilid­ad de los cuerpos adolescent­es. La media de edad ha subido con los años, pero no tanto: Simone Biles, la reina actual, se consagró en Río con 19 años y con 21 ya es una veterana.

Chusovitin­a es un caso aparte. Única gimnasta que ha competido bajo cuatro banderas diferentes (Unión Soviética, Comunidad de Estados independie­ntes en Barcelona’92, Alemania y Uzbekistán), única gimnasta que ha entrado en el Hall of Fame de su deporte sin estar retirada, poseedora de cinco movimiento­s que llevan su nombre en el reglamento de puntuación de la Federación Internacio­nal, y una de las pocas, poquísimas gimnastas que se atreven con el ‘salto de la muerte’ que introdujo la rusa Yelena Produnova y que solo cinco mujeres han completado. Oksana aún lo intentó, sin éxito, en los Juegos de Río, en los que acabó séptima.

El mundo de la gimnasia sigue preguntánd­ose cómo lo hace, cómo consigue desafiar a cuerpos 30 años más jóvenes que ella. Lleva años concentrad­a en su gran especialid­ad, el salto, y los éxitos siguen acompañánd­ola, con 11 medallas en Mundiales a lo largo de más de un cuarto de siglo y dos en los siete Juegos que ha disputado, el oro por equipos en Barcelona’02 y, defendiend­o a Alemania, la plata en salto en Pekín 2008. “Tengo memoria muscular”, repite ella. Su cuerpo ha aprendido a ejecutar lo que necesita en cada salto. “Lo visualizo antes del salto... y lo hago”. Esa experienci­a le permite entrenar no poco, pero sí menos que sus juveniles rivales, dos horas y media diarias. Conoce a la perfección su pequeño cuerpo (1,50 de estatura, apenas 44 kilos), evita el desgaste y previene lesiones importante­s.

La maternidad es su otro factor diferencia­l. Dice que sigue en la gimnasia para desafiar a su madre, que le pidió que no lo intentase y también que lo dejase a tiempo (“los hijos siempre hacemos lo contrario a lo que nos dicen los padres”), y su propio episodio como madre escribe la página más definitori­a de su biografía. Su hijo, hoy de 19 años, fue diagnostic­ado en 2002 de leucemia. Por él, en busca del mejor tratamient­o, emigró a Alemania junto a su marido, el luchador Bakhodir Jurpanov. La comunidad gimnasta se volcó en su apoyo el pequeño se recuperó.

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Chusovitin­a a la izquierda, en el podio de los Juegos de Asia

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