Un día muy triste
De la noche a la mañana, Imanol Agirretxe ya no es jugador de la Real. El delantero de Usurbil, en una decisión que habla bien de su dignidad al no aferrarse a un contrato, ha decidido poner fin al proceso degenerativo en el que una temeraria y violenta entrada de Keylor Navas le introdujo hace tres años, desde el que no ha vuelto a ser un futbolista de elite. La afición txuri urdin pierde para siempre a uno de sus jugadores más queridos, a la altura de los
Aranburu, Xabi Prieto o Kovacevic, tres de los futbolistas más legendarios del último cuarto de siglo en la Real. Y lo pierde con la sensación de hacerlo demasiado pronto. No sólo porque Agirretxe se ha retirado, de facto, a los 28 años, los que tenía cuando se lo cargó Navas, sino porque sólo lo ha podido disfrutar durante seis años (20092015), el período en el que el guipuzcoano ha exhibido al máximo un caudal de talento futbolístico que costara mucho volver a producir en un delantero de la cantera. Han pasado 13 años desde que en una pretemporada en Corea a José Mari Amorrortu, su gran valedor, se le iluminara la cara con el potencial de un
Agirretxe que sólo tenía 18 años. Unos meses antes, le había hecho debutar en Liga. Tuvieron que pasar cuatro años, en los que varios técnicos no confiaron en él, hasta que floreció el tremendo ariete en el que se ha convertido. Agirretxe se va y dice marcharse feliz. Si es así, su felicidad será la de todos los que le idolatraron pero para ellos, los que le adoran, el de ayer fue un día muy triste. El día en el que constataron que esas alas no volverán a despegar. También lo fue para una Real que se queda sin referentes y que afronta la titánica tarea de reconstruir los cimientos morales del vestuario, algo sin lo que es imposible entender este club