La Real como ilusión
Iñaki y Martín están sufriendo, pero tienen una vía de escape, una ilusión para perseverar, que es la Real. Les cuento. Martín es un azkoitiarra sesentón al que conocerán los ‘realzales’ más viajeros por su físico imponente y la sonrisa que esconde detrás del bigote. De camino a Leganés, el arriba firmante se lo encontró en el Alvia y contó, sin poder contener la emoción, que su 50%, su mujer Mila, quien le acompañaba a todos los viajes de la Real, había fallecido en noviembre, “después de Girona”. Iñaki animó a la Real en el ascenso de Puertollano, en la primera Liga de El Molinón y en la Copa de La Romareda. Por eso, en lugar de quedarse en su casa rumiando su enorme pesar, continúa siguiendo a la Real allá adonde vaya. Sin Mila ,alaqueni puede ni quiere olvidar. “Ésta es mi ilusión y lo que nos gustaba hacer”, dice. A ella le gustaba por él. Eso sí, le encantaba la salsa de los viajes. Desplazarse con su equipo del alma es su forma de tenerla presente. Enorme Iñaki.
Martín tiene 23 años y todos nos hemos equivocado alguna vez pronunciando o escribiendo su apellido: Merquelanz. Se llama igual que su aita, muerto hace cuatro años, a los 57, por una enfermedad, y como su abuelo, asesinado en 1978 por el Batallón Vasco-Español. Cada vez que se asoma al primer equipo, parece que le persigue una maldición. Hace un año, estaba cuajando una sensacional pretemporada con Eusebio, pero se rompió el hombro en Venlo y tuvo que volver a Donostia. En diciembre, cuando se le caían los goles en el Sanse e iba a reemplazar a Vela, se rompió el cruzado. Y el viernes pasado, repitió desgracia en la otra pierna al minuto de debutar en Primera. Esa pasión por cumplir su sueño le llevó a recuperarse bien y rápido. Y ahora será igual. Ánimo, Martín