Derechos y obligaciones
El Eibar debe dejar claro de una vez qué es lo que quiere y qué papel está dispuesto a jugar en el desarrollo del fútbol base
La ruptura definitiva del convenio entre la Real Sociedad y el Eibar era algo que se veía venir. Desde 2015 no se había renovado el anterior compromiso entre ambas entidades y desde entonces el club armero se había fortalecido económicamente merced a su permanencia en Primera División. Hubo un atisbo de solución a mediados de mayo de 2017, cuando en el marco de la firma del acuerdo entre la Diputación de Gipuzkoa y el Eibar por la que el club iba a apoyar a seis deportistas de la comarca y los alrededores. Entonces la presidenta Amaia Gorostiza, cuestionada al respecto menos de un mes después de que Diputación y la Fundación Real Sociedad firmaran el convenio para el desarrollo del fútbol base guipuzcoano, aseguró tajante que dicho convenio “se va a firmar. Está súper cerca”.
Lo que entonces parecía inminente se fue dilatando en el tiempo y cada vez más las declaraciones de los representantes del Eibar comenzaron a ser más huecas, más difusas hasta cristalizar en la ruptura definitiva de esta pasada semana.
Faltaría más que el club armero no pudiera tomar esta decisión. Está en su derecho. Pero conviene no confundir algunas cosas. Y digo esto porque hay quien en el mismo saco mete las ayudas institucionales que han recibido algunos clubs vascos para las remodelaciones o construcciones de sus estadios, comparándolas con las que por ahora ha recibido el Eibar para la reforma de Ipurua y que sin duda, como ya demostró recientemente MD, son discriminatorias con el Eibar. El convenio con el fútbol base no tiene nada que ver con esto. Es otra cosa y lo primero que debería hacer el Eibar para saber todos de qué hablamos es dejar claras cuáles son sus pretensiones, más allá del conocido discurso de que el Eibar no puede recibir el mismo trato que cuando estaba en Segunda o Segunda B porque eso parece evidente. ¿Qué está pidiendo? Esa es la clave de todo porque quizás a partir de entonces puedan comenzar a entenderse muchas cosas.
Porque si lo que está pidiendo el Eibar es equipararse a la Real como club de Primera que es, debería igualmente estar dispuesto a saber cuáles son sus obligaciones e implicarse con los clubs de la provincia de la misma forma en la que lo está haciendo la Real. Y dudo mucho que el Eibar esté preparado para asumir un papel de semejante magnitud.
Y luego no son pocos los clubs que comienzan a estar ciertamente hartos de la agresiva política de captación que está llevando a cabo el club armero tanto en el fútbol masculino como en el femenino. Algunos representantes de clubs de la comarca del Alto y el Bajo Deba ya dejaron ver su malestar al respecto en este medio. Pero hay más.
Y es que de un tiempo a esta parte el Eibar, en su lógico y entendible afán por crecer, está entrando en colisión con clubs e instituciones de la provincia. Ahí están los convenios de colaboración firmados en 2015 con el CD Vitoria (hasta 2020) para recuperar al filial tras prescindir de él en 2012, o el firmado en 2016 con la UD Logroñés (hasta 2019) para tener un derecho preferencial para fichar juveniles del club riojano a cambio de cesiones, o la posibilidad de que la ciudad deportiva se construya finalmente en Mallabia. No lo tiene fácil el Eibar por este camino, aunque es libre de elegirlo