Rendirse no es una opción
La Real tiene dos puntos menos que hace un año. Entonces, después de haber arrancado con tres victorias seguidas, en el séptimo partido, empatando ante el Betis, frenó la caída libre que comenzó en la cuarta jornada con tres derrotas seguidas. El 4-4 ante los verdiblancos sólo agravó la preocupación por el patrón futbolístico de un equipo sin equilibrio, que llevaba 17 goles a favor y otros tantos en contra. Ahora estamos ante otro tipo de propuesta, más equilibrada, pero a la que le siguen haciendo goles (10 parecen excesivos) y a la que le está costando ganar. Mientras que en 2017, con Eusebio, se daba por sentado que moriría con su idea futbolística, en Garitano se intuye un técnico más flexible en la búsqueda de herramientas que ayuden a lograr mejores resultados. Reducir el número de contratiempos, propios y ajenos, con el que están conviviendo (lesiones, sanciones o errores groseros) sería un primer paso para ser más competitivos. A partir de ahí, entorno y jugadores debemos asimilar el tipo de entrenador que la Real, libre y deliberadamente, ha ido a buscar. El libreto de Garitano exige una dureza, una concentración y una intensidad, con y sin balón, que el equipo no está mostrando y que sólo los futbolistas pueden interpretar. Hacerlo en el Leganés o en el Getafe, al fin y al cabo, es más fácil. Basta con comprar cada año 20 jugadores con el perfil adecuado para hacerlo. En la Real, debido a su voluntad de jugar con canteranos, el técnico debe convencer a sus futbolistas de su método, pero los jugadores también están obligados a dar un paso al frente y adaptarse, de forma profesional, a lo que exige el entrenador. Lo más fácil es rendirse y decir que este o aquel estilo no les gusta. Eso, al final del camino, sería un fracaso de todos, técnico, jugadores y del club