Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

BALA DE ORO

A sus 38 años Alejandro Valverde se proclama al fin campeón del mundo tras un carrerón en Innsbruck

- Celes Piedrabuen­a

El murciano superó al sprint a Bardet y Woods y culminó un gran trabajo de la selección española

¡Por fin! Alejandro Valverde abrazaba ayer el sueño que le faltaba por alcanzar, el de la medalla de oro en un Campeonato del Mundo de Ciclismo después de once participac­iones y seis medallas previas. A la duodécima fue la vencida en un Mundial que le iba como anillo al dedo, en el que supo jugar sus cartas y en el que la selección española cuidó de él en todo momento para dejarlo en la mejor posición posible cuando llegara la hora decisiva de la carrera.

Se sabía que la subida final, bautizada como el infierno, con una pendiente media del 11% y una máxima del 30%, iba a ser decisiva, más aún cuando los ciclistas supervivie­ntes la afrontaban con 250 kilómetros en las piernas. Hasta ese momento la carrera estuvo marcada por una escapada de once corredores, once valientes, que se fue rompiendo hasta que en cabeza sólo quedó un hombre, un héroe, porque éste es el nombre que merece, el danés Valgren Andersen, que acabó tirando la toalla en la última subida. Un instante de la carrera, a 10 kilómetros de meta, en el que Francia tensó la cuerda y se puso a tirar con todo de un pelotón que iba ya muy estirado. Pinot, Bardet y Alaphilipp­e asumieron el mando, a su rueda saltaron el canadiense Woods, el italiano Moscon y Valverde. No era el momento de conceder alegrías ni regalos a nadie después de dejarse la piel a lo largo de 240 kilómetros muy sufridos.

Las quinielas, a priori, se cumplían. Alaphilipp­e y Valverde, discípulo y maestro, estaban en condición de jugarse la gloria mundialist­a. Ambos habían llegado bien protegidos, escondidos del ajetreo, y apareciero­n cuando tocaba, pero el infierno era mucho infierno y Alaphilipp­e se quedaría para sorpresa de todos, al igual que Moscon, que acudía al Mundial en una forma enorme, mientras por detrás Dumoulin resistía y subía como podía haciendo eses, como cualquier ciclista aficionado. La imagen del campeón del Giro de 2017 retorciénd­ose, agarrándos­e a su manillar, pero sin tirar la toalla definía la dureza del Mundial.

El calor del infierno

Por delante, con las piernas ardiendo por el esfuerzo, sólo quedaban ya Woods, Bardet y Valverde. Los tres coronaron con margen suficiente como para jugarse las medallas. Quedaba una bajada sinuosa, pero con la carretera en buen estado. Los tres se entendiero­n bien. Ya en las calles de Innsbruck, a falta de 3 km, Dumoulin, sensaciona­l, enlazaba con ellos después de una bajada de libro. Tensión. Mucha tensión. El holandés se quedó a cola del cuarteto y Valverde delante. Dumoulin amagó con salir, pero no lo hizo. Alejandro lideraba el cuarteto y con un ojo buscaba la meta y las referencia­s y con el otro no perdía de vista a sus perseguido­res, pegados a su rueda. Y a falta de 300 metros arrancó.

300 metros interminab­les

España paralizada, el mundo del ciclismo tenía el corazón en un puño. Bardet le quiso discutir la gloria y no pudo. Y Alejandro, don Alejandro, se colgó al fin el oro a sus 38 años -el segundo más veterano de la historia, tras Zoetemelk-, el sexto para España en una prueba en ruta del Mundial. 14 años después del último oro que logró Óscar Freire, Valverde encumbraba de nuevo al ciclismo español. Bardet daba a Francia una nueva medalla, plata, después del bronce de Anthony Gresin en Madrid en 2005 y Michael Woods, el mismo que emocionó con su victoria en el Balcón de Bizkaia en la Vuelta y su historia personal, el bronce, segundo metal para Canadá desde el de Steve Bauer en Barcelona 1984.

Cruzó Valverde empujado por todos los que aman el ciclismo la línea de meta. Ya lo decía Paolo Bettini: “Si no gana un italiano, que gane Valverde”. La celebració­n fue instantáne­a. Entonces sí le fallaron las piernas y las lágrimas contenidas aparecer, contagiand­o a muchos aficionado­s. Había logrado el sueño de su vida, el colofón a una carrera de muchas alegrías y de mucho sufrimient­o. Basta recordar la caída en la contrarrel­oj inicial del Tour de 2017 en la que se fracturó la rótula izquierda y el astrágalo del tobillo. Hace poco más de un año

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FOTO: EFE Alejandro Valverde tuvo tiempo de celebrar la victoria en el Mundial de Innsbruck (Austria) después de ser el mejor en un sprint final interminab­le

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