Del puño de Satrus al escudo de Oyarzabal
El ‘10' realista y Sangalli pasan a engrosar el álbum de imágenes curiosas e inolvidables de alegría inmortalizada
Las imágenes de celebración de los goles decoran los periódicos y las páginas webs en los días de victoria y permanecen en el recuerdo de los seguidores, especialmente cuando tienen un componente de creatividad y novedad. Durante los últimos lustros en la Real han quedado inmortalizados muchos gestos de alegría tras marcar, desde el puño al cielo del inmortal Jesús Sastrústegui hasta los últimos, obra de Mikel Oyarzabal y Luca Sangalli, tras marcar en el derbi de San Mamés.
El que más y mejor labró el arte de celebrar los goles fue Antoine Griezmann. El francés fue un filón para las cámaras en sus dos primeras campañas en la Real. Trasladaba su frescura con el balón a la manera de exteriorizar su euforia tras marcar. Así, se le pudo ver abrazado a un agente de seguridad, lanzarse a la nieve como si fuera a una piscina, sentarse en la silla de un recogepelotas para aplaudirse a sí mismo o montarse junto a otros compañeros en un coche de promoción aparcado en las pistas de atletismo.
Otro que también explotaba después de ejecutar su especialidad, que era el gol, era Darko Kovacevic y encontró diversas maneras de expresarlo: como besarse en la boca con De Pedro ante el Racing, calarse unas txapelas con Sa Pinto en un derbi o arrancarse con distintos bailes con el portugués. Se hizo habitual también la instantánea del abrazo con Nihat Kahveci.
Antes que eso, Karpin quiso crear una tradición con Yaw Acheampong, que era chocar primero los brazos y luego los cuartos traseros después de cada gol del ruso. Pero no hubo demasiado lugar para el ritual, sobre todo porque el ghanés no marcó, ni siquiera jugó en demasía. El vuelo del águila de Imanol, las sacudidas al escudo de Prieto, los abrazos de un Aldeondo en trance con el público o la ‘Marijaia’ de Ansotegi son otras celebraciones para el recuerdo del buen txuri urdin