El reencuentro
La relación entre la Real y Eusebio fue muy fructífera para ambos y si bien hay que agradecer lo que el técnico le dio al club txuri urdin, no parece discutible que fue la a Real la que le dio mucho más a Eusebio
La relación entre la Real y Eusebio Sacristán duró casi dos años y medio (noviembre 2015-marzo 2018) y fue muy fructífera para ambas partes. El vallisoletano hizo olvidar la tenebrosa etapa de Moyes en Anoeta, fue asentando los automatismos de un fútbol estéticamente atractivo y terminó por hacerlo no sólo estético, sino eficaz, clasificando a la Real para Europa en 2017, a la vez que fue dando paso a no pocos jugadores de la cantera. Si su era en Donostia no fue más allá fue porque, en su tercera temporada, su falta de cintura para encontrar mecanismos que hicieran evolucionar un estilo que ya no funcionaba le llevó al fracaso.
Es innegable la importancia de Eusebio, como entrenador, en la historia reciente de la Real pero en ese empecinamiento por hacer jugar a la Real exclusivamente de una manera el castellano siempre dejó entrever cierta
soberbia. La que acompaña a no pocos exjugadores, sobre todo a los que han sido grandes figuras como lo fue Sacristán, cuando ya como técnicos se hacen cargo de clubs del tamaño de la Real. Tienden a intentar que prevalezca su ideología, sin tener en cuenta la historia que hay detrás de un club como el txuri urdin, siempre con una forma de hacer.
Hasta que la Real se acordó de Eusebio en 2015, el único club que había apostado por él como entrenador profesional era el Celta, en Segunda. Porque que el Barcelona le dé el banquillo de su filial a un exjugador del club es algo que no cabe calificar de gran apuesta. La Real fue el primer club de Primera que le dio un banquillo a Eusebio que, tras su paso por Donostia, goza de otro estatus como técnico, lo que le ha permitido fichar por el Girona. Si bien hay que agradecer todo lo que Eusebio le dio a la Real, no parece discutible que la Real le dio mucho más a Eusebio Sacristán