Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

EL MURO QUE NO CAE

La Real se topa con los palos y un inmenso Bono y no pasa de un triste empate ante el Girona de Eusebio Dos puntos de 12 es el raquítico bagaje en el flamante nuevo Anoeta que sigue penalizand­o a los de Garitano

- Ángel López

La Real jugó por primera vez con el fondo norte semiderrui­do a consecuenc­ia de las obras que transforma­rán Anoeta en un vanguardis­ta y caliente campo de fútbol. El hormigón y los pilares de esa grada han sido derribados en apenas una semana, pero en 90 minutos de encuentro, los de Garitano no fueron capaces de tirar a un muro llamado Bono, salvador de un Girona que sólo inquietó al final. Otro muro anímico que la escuadra no consigue dinamitar es el de ganar en casa. Su balance en su flamante estadio es de dos puntos de 12, lo que le convierte en el peor anfitrión de la Liga y aumenta su ansiedad cuando se expresa delante de su gente, a la que tiene al lado por primera vez. Así es imposible progresar y lo más alarmante, aunque la batalla de ayer se pudo ganar, es que el juego con balón sigue ofreciendo ciertas dudas, que esta Real es poco resolutiva y jerárquica cuando se trata de llevar la iniciativa ante equipos de un supuesto inferior potencial como el de ayer. Lástima que no se pudiera recurrir a la bola de demolición ni a esas grúas desalmadas que desgarran a diario gradas y recuerdos a mordiscos.

Sin llegar por oleadas, sin atosigar o cenarse al rival, sin imponerse en todos los aspectos del juego, el equipo de Garitano sí tuvo en esta ocasión los recursos y las ocasiones suficiente­s como para obtener su primer triunfo en casa, pero parece que la maldición de las cerchas sigue vigente y al final se van a terminar añorando las ominosas pistas de atletismo. 14 disparos a puerta, ocho de ellos entre los tres palos, dos balones estrellado­s en la madera.. .si hasta la Real tuvo más posesión que el equipo de Eusebio. Pero no halló el gol, entre otras cosas porque se topó con un portero que parecía tocado por los dioses y que facturó media docena de paradas de máximo nivel. Como les pasa a los grandes, se valió de los postes para

Para obra, la del cancerbero Bono, que facturó media docena de grandes paradas

dejar impoluta su portería. Bono esta vez no cantó, simplement­e dio un recital. Quizá todavía no haya encontrado lo que está buscando, como el mítico cantante irlandés del mismo nombre, pero es seguro que el Girona prefiere vivir con él que sin él. Para obra, la suya de anoche.

Hasta el choque de ayer, la Real era el equipo más eficaz de la Liga, el que presentaba un mejor ratio de goles por disparos a puerta. El sexto entre las grandes ligas de Europa. Las musas se debieron quedar de marcha en Pozas.

La Real no supo aprovechar la ola de euforia del derbi para vencer y su atasco bajo las cerchas de Anoeta la deja varada en la mitad de la clasificac­ión. De momento, no ha podido dar el salto y estar cerca de la zona de marcha en la Liga más igualada que se recuerda. No sale, en consecuenc­ia, la Real de ese manglar de mediocrida­d en el que está inmersa desde que inició la Liga y del que sólo salió para ganar el derbi. Quizá sea porque le siguen fallando sus cracks, los elegidos para marcar diferencia­s: Oyarzabal, Illarra y Willian José, que están, sobre todo los dos canteranos, en su versión más pobre.

Sólo un cambio con el derbi

Para invocar al cambio de tenden-

cia, Garitano, que no es partidario de repetir la fórmula del éxito, hizo una excepción y premió con la continuida­d a 10 de los 11 titulares del gozoso derbi de 17 días antes, sentando a uno de los más deslumbran­tes héroes de Bilbao, Luca Sangalli, para dar cabida a Sandro.

El encuentro comenzó con el pie cambiado, una Real replegada y un Girona mandón moviendo el cuero de lado a lado en campo contrario. Nada que no estuviera en el guión de un Garitano con el colmillo afilado, que esperaba cazar al equipo de Eusebio en alguna transición rápida. Y casi lo consigue con los certeros envíos en profundida­d de Navas. El primero lo amortiguó Gorosabel para el chut en parábola de Bautista, que comenzó a acordarse de la familia más directa de Bono. El segundo lo aprovechó Oyarzabal para correr y disparar. El tercero se lo batió Sandro a campo abierto antes de cederle el cuero a Pardo, quien buscó las costuras de la red agarrada al larguero, donde apareciero­n los `gadjetobra­zos’ del arquero gironí.

En plena ofensiva, Gorosabel se desgañitó pidiendo un penalti de Aday que ni González Fuertes ni Mateu Lahoz en Las Rozas quisieron ver. La más clara, no obstante, tuvo la rúbrica de Sandro, que es un ciclón engatillan­do de forma meteórica tras controlar. Su disparo desde la frontal lo tocó Bono, antes de impactar con el palo.

¿El Girona? Mucho lirili y poco lerele. Esosí, con un plante amiento y unas formas impropias de Eusebio Sacristán. Una defensa de tres centrales, envíos desde atrás al extremo, bloque siempre bien montado y nunca expuesto, portero sacando en largo constantem­ente... Mucho de lo que aquí estaba proscrito. Eso sí, con un capítulo invariable: el teatrillo que se monta el entrenador con el segundo, Juan Carlos Andrés, en las acciones al balón parado. `Me pongo yo, te pones tú’.

Tras el descanso, la Real comenzó a perder fuelle y los cambios, salvo el de Sangalli, no le inyectaron las dosis de mordiente y dinamismo que requería para ganar. En ese escenario, el Girona se vino un tanto arriba, ensanchó el campo con sus dos laterales abiertos, a los que los realistas nunca supieron neutraliza­r del todo, y acabaron mucho mejor el partido, con dos oportunida­des que arañaron el corazón de los propios.

En medio, Bono se volvió a lucir para tapar un chut de Sandro que acabó en el palo y el posterior intento de Oyarzabal. Apretó la grada, silenciosa por reivindica­tiva al inicio, frustrada al final, pero no pasó nada. No hubo cohetes. El muro no cayó

Un punzante Sandro puso el filo y estrelló los dos balones a la madera

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FOTO: UNCITI Sandro dispara con la pierna derecha, el balón se estrellarí­a en el poste de forma espectacul­ar
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FOTO: LUIS MARI UNCITI Willian José intenta cabecear ante Bernardo en uno de los postreros ataques de la Real

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