Sin el resultado, no queda casi nada
La nueva Real de Olabe y Garitano es otra: no podemos esperar ver a un equipo mandón y jugón porque no lo va a ser. No podemos tener la aspiración de que borde el juego del balón porque a su entrenador se la ‘refanfinfla'. Willian José no va a pasárselo bien porque fuera de casa va a tocar muy poco balón y los jugadores van a correr más detrás del esférico que con él. A unos nos gustará, a otros menos, pero va a ser así. Y en esa línea cabe enmarcar el partido de ayer. El entrenador trazó un plan: quería a sus futbolistas juntos, compitiendo al mismo nivel de intensidad que el Atlético de Madrid, esperando replegados para hacerles daño a la contra a los colchoneros. Quería darle a Simeone de su propia medicina. Pero el invento le saltó por los aires de manera absurda, con una jugada que fue un cúmulo de despropósitos y que fue la tumba de la Real. Porque en la segunda mitad no quedó nada de la pócima que estaba resultando efectiva para desnaturalizar al Atlético de la misma manera que ellos despojan de su personalidad a cualquier rival. En la reanudación, por debajo en el marcador, el plan ya no tenía sentido, los realistas ya no eran capaces de ganar las disputas y desaparecieron del partido, hasta el punto de que se fueron del mismo sin mancharle los guantes a Oblak. Sin oponer prácticamente nada. Es el riesgo de la apuesta de Garitano: con resultado, todo queda legitimado. Sin él, no queda casi nada tras un partido como el de ayer