Y el espejo se rompió
Garitano quiso ser la horma del zapato de Simeone, pero todo se desmoronó al filo del descanso
Asier Garitano nunca ha ocultado la admiración que siente hacia el Cholo Simeone. Y el argentino nunca ha titubeado a la hora de devolver al de Bergara los elogios que le ha lanzado durante los últimos tiempos. No cabe duda de que existe cierta afinidad futbolística entre ambos y a nadie pudo sorprender lo que se vio sobre el césped del Wanda Metropolitano durante la primera mitad.
La Real quiso ser la horma del zapato del Atlético de Madrid. El plan de Asier Garitano era claro. Moyá dijo que le veía reflejado en Simeone y el técnico txuri urdin quiso ser precisamente eso, el espejo de su homólogo.
De partida, le cedió el balón al Atlético de Madrid y le esperó replegado, ordenado, con sus futbolistas igualando el nivel de competitividad que ponen los jugadores rojiblancos en cada balón dividido. Eso provocó que el encuentro se desarrollara lejos de las áreas. Los cinco de Zubieta, ese centro del campo compuesto por Zubeldia, Illarramendi, Sangalli, Pardo y Zurutuza, estaba consiguiendo desactivar al conjunto local, anularlo, convertirlo en algo parecido a lo que los colchoneros hacen de cualquiera de sus rivales. Moyá se acercaba inédito al descanso. Claro que, la contrapartida del planteamiento realista era que Oblak tampoco se había manchado los
guantes.
Pero una acción defensiva digna de playeros hizo que saltara por los aires el plan de Garitano. Fue todo un cúmulo de despropósitos. Comenzando por la pérdida de Zubeldia que dio origen a la falta que cometió el azkoitiarra en el centro del campo, que era evitable porque Illarra iba a salvar la situación.
De ahí se originó la jugada desde la izquierda en la que Kevin está blando ante Correa, que pone un mal centro que Navas convierte en asistencia. 1-0 y al vestuario. Garitano se fue hecho una furia. No era para menos porque su plan no tenía sentido yendo por detrás en el marcador. Se miró en el espejo esperando encontrar a Simeone, pero este se hizo añicos con ese tanto psicológico.
El argentino es el maestro de este fútbol, entre otras cosas porque cuenta con jugadores mucho más resolutivos en los metros finales y eso le permite sacar partidos adelante con media ocasión.
La Real desaparece
En la segunda parte ya no había ni espejo, ni plan, ni rastro del equipo competitivo que fue la Real durante el primer acto. Los txuri urdin se diluyeron y desde el primer instante de la reanudación se podía intuir lo que quedó constatado en el minuto 60: que el Atlético no tardaría en cerrar el partido.
Lo hizo por medio de Filipe Luis en una gran acción individual, pero lo podría haber hecho de cualquier otra manera porque el conjunto txuri urdin ya era nadie. El tanto llegó además justo cuando Garitano trató de reconstruir su plan, metiendo un segundo delantero. Ya era tarde para cualquier cosa. El espejo estaba roto
La jugada del gol de Godín fue un despropósito colectivo que costó el partido