En la gloria al fin
Atrevido, el extremo equilibró el Clásico con una sonada reivindicación y el Camp Nou acabó ovacionándole
notable tino le revitalizaron hasta disponer de la jugada más clara de la primera parte. Su disparo, tras desmarcarse entre líneas, lo abortó Navas y un fuera de juego que no lo era. El fallo no le pesó y lo siguió intentando, jugando y lanzando faltas. Malcom empezaba a creerse a sí mismo y el público también. Nadie pensaba en su sustitución.
Messi miraba atento cada acción golpeándose con suavidad la rodilla con una botella de plástico vacía. Hasta hizo un gesto con la pierna tratando de rematar alguna jugada. Fue en la banda, calentando, cuando vio el contragolpe, el chut de Luis Suárez golpeando en el palo y a Malcom empalmando el balón con el portero blanco descolocado. Descorchó al fin toda su euforia. Saltó, corrió, lanzándose al cielo, aunque había algo de paradójico en todo ello. Más que abalanzarse sobre él, sus compañeros pedían al colegiado la expulsión del portero blanco por su entrada previa a Alba. A Malcom eso le daba igual. El fútbol le devolvía al fin el prestigio y le quitaba de encima esa losa de críticas que parecían sepultarle. A Valverde le recordaban que había sido titular en la ida de los cuatro partidos de Copa, pero frente a la Cultural marcó en la vuelta. El tercer gol de su breve carrera de azulgrana (14 partidos de 36 oficiales) fue en Champions frente al Inter. Tres tantos, ninguna asistencia pero ya está en la gloria y el reconocimiento azulgrana