Un lujo bajo las cerchas
La Real tiene un patrimonio de incalculable valor bajo las cerchas de Anoeta. El término ‘campazo' siempre ha sido empleado por el hincha realista para referirse a estadios que no eran el suyo, penalizado absurdamente durante 25 años por unas pistas de atletismo que nunca sirvieron para nada y se pudrieron de puro desuso. Ya por fin se puede decir que la Real tiene un campazo. Enorme, con capacidad para 39.000 espectadores, cerrado, precioso con sus asientos azules, una grada de animación incansable y un fondo familiar. El sueño de Aperribay, aunque todavía con algunas incomodidades en los accesos, se va a materializar este sábado. Quizá por eso, y después de este extraordinario trabajo, no deba extrañar que a corto plazo decida dar un paso al lado, junto a algunos de sus más estrechos colaboradores. La cabezonería del presidente se ha concretado en un coliseo vanguardista y a la altura de un club al que su casa se le hizo vieja en los noventa y que nunca llegó a estar cálida cuando se mudó. Sólo falta que la Real haga de Anoeta un valor, aproveche sus virtudes en lo que a dimensión y calidez se refiere, para sacar muchos puntos, para intimidar rivales y no para verse intimidada como el pasado curso. El primer gol lo va a marcar la gente este sábado y va a ser al Atlético. El estadio va a ser una bombonera, un estallido azul y blanco. Un explosión de color y orgullo. El presidente tendría que considerar invitar a quienes con insistencia e intereses espurios quisieron torpedear el proyecto y lo alargaron artificialmente. Hasta ellos se convencerían