Una Copa para los más jóvenes
nero y febrero de 1988 fueron maravillosos, inolvidables. En un formato diferente, a ida y vuelta, pero en una secuencia similar a la que se vive ahora, la Real eliminó de forma consecutiva de la Copa en apenas seis semanas al Sporting de Gijón, al Atlético de Madrid y al Real Madrid. La fiesta comenzó un día de Reyes en Atotxa, goleando a los asturianos (40) con un hat-trick de José Mari Bakero para hacer bueno el 0-0 de la ida, siguió con un 3-1 a los colchoneros al día siguiente de San Sebastián que remontaba el 2-1 del Calderón y culminó en febrero, con el histórico 0-4 del Bernabéu ante un Real Madrid al que también se había ganado en Atotxa (1-0). El resultado de ese enero frenético fue la última final de Copa que ha jugado la Real en categoría masculina, hace ya 32 años. Aunque los técnicos siempre hablan de pensar sólo en el próximo partido, tras ganar al Mallorca, Imanol, implícitamente, dejó claro que él estaba pensando más allá al apuntar al tercer partido consecutivo en Anoeta, el de mañana ante Osasuna, como objetivo irrenunciable, en busca de esos tres triunfos seguidos en casa que habrá exigido el de Orio a su equipo. Jugar una final hoy en día es difícil pero no se puede lograr si no se sueña con ella. Y esta Copa ofrece la oportunidad de soñar. Para ello hay que ganar mañana y optar a jugar otro partido decisivo el próximo miércoles, el antepenúltimo. En el momento de efervescencia que vive la Real, jugar una final sería decisivo para que los jóvenes vean con sus ojos que la grandeza de nuestro club no está sólo en los libros ●