Un huracán en la crisis

onvive la Real con la contradictoria sensación de sentirse un equipo invencible en medio de una crisis global, la del coronavirus, que amenaza con llevarse por delante, sin fecha de caducidad, todas las competiciones deportivas que se encuentre por delante. A la Real no sólo le gustaría jugar los partidos con ese público que en Anoeta le propulsa a otra dimensión, lo que ha provocado que haya ganado siete partidos consecutivos en su campo, sino que si por ellos fuera, la final de Copa se jugaría este mismo fin de semana. Pero en medio de ese estado de optimismo, esa ola buena sobre la que surfea con magnífica destreza, que le lleva a ganar partidos con la sencillez con la que se impuso en Ipurua y que, a 11 partidos para la conclusión de la temporada, permite pronosticar sin excesivo riesgo a equivocarse que con cinco victorias más pueden bastar para volver a Europa, es imprescindible no perder de vista la vida Real. Ésa que de para gélidos espectáculos como el de Eibar o los que tendrán lugar en diez campos de Primera este fin de semana, una medida que no se puede sostener en el tiempo. El fútbol sin público no es fútbol y las jornadas están abocadas a la suspensión más pronto que tarde. O al aplazamiento, como la final de la Copa del Rey que, desgraciadamente para todos los que ya tenían su viaje o su alojamiento reservado, es la mejor medida que se podía tomar. Priorizar que el Real-Athletic por el título copero se juegue con público en la grada es un acierto. Algo a lo que, tarde o temprano, la Liga también tendrá que ceder ●